638. Libertad personal
Por Lola Fernández.
Cuando se habla de grandes viajeros, solemos pensar en aquellos hombres y mujeres que vivieron la aventura de adentrarse en lugares desconocidos, o de muy difícil acceso, por lo que sus nombres quedaban con frecuencia asociados a dichos lugares; por citar a algunos, me quedo con Heródoto, Estrabón, o Marco Polo. Obviamente, aún no había nacido el turismo como tal, ligado al lucro comercial, que se suele relacionar con Thomas Cook, quien casi a mediados del siglo XIX fundó la que sería la primera agencia de viajes. Viajeros o turistas, he ahí lo que a día de hoy me parece un dilema absolutamente desfasado si nos atenemos a las circunstancias de la sociedad actual. Viajar, viajamos todos en estos tiempos, sea en grupos o más individualmente, en pareja, en familia o con amigos; quienes gustan de la disyuntiva entre viajero o turista, ponen el acento, principalmente, en la improvisación: pero si se viaja mucho, se sabe perfectamente que, si no se programa y se reserva, poco se podrá disfrutar, a no ser de paseos urbanos o rurales. Puede que hace años fuera posible viajar sin reservar, pero ahora hay que tener reserva para dormir, para comer, para ver un museo, para visitar un parque, y para cualquier cosa que pueda asociarse a un dejarse llevar sin más cuando se está fuera y lejos de casa. Puede ser estupendo no moverse según un plan establecido, pero la costumbre de acercarte hasta la oficina de información turística más cercana te permite, ni más ni menos, que conocer lo más importante del lugar, con los horarios y días de cierre; después podrás improvisar algo, pero de acuerdo a la información recibida si no se quiere tener indeseadas sorpresas, tan simples como ir a algún sitio y encontrarlo cerrado. Por supuesto que puedes convertir tu viaje en una aventura, pero esto es poco menos que como hablar de libertad: se podrá saborear siempre que una se mueva dentro de unas coordenadas dadas.
Si se piensa sobre el tema más en concreto y menos en abstracto, seguramente todos y todas seamos unas veces viajeros y otras turistas, y todo ello en el mismo viaje. Porque qué somos cuando nos preocupamos con antelación de conocer todo lo que se pueda sobre nuestro próximo destino, nos procuramos planos callejeros y formas de ir lugares cercanos en sus alrededores, nos perdemos por aquellos sitios preferentemente ocupados por los lugareños, probamos las gastronomías típicas, y no nos conformamos con conocer los sitios recomendados… Y qué cuando nos subimos a un bus que nos hará un recorrido panorámico con un guía que nos descubrirá un montón de cosas interesantes, cuando proyectamos viajes con bastante antelación dejando pagadas las entradas para monumentos o museos que serán de imposible acceso si no lo haces así, o que, todo lo más, será posible sólo si te colocas en colas kilométricas que te harán perder en ellas el tiempo que de la otra manera puedes dedicar al disfrute elegido. ¿Somos turistas si compramos imanes de los sitios a los que vamos, y viajeros si, por ejemplo, adquirimos un valioso papiro en un viaje organizado a Egipto? Sinceramente, creo, que todo lo más, somos tontísimos cuando perdemos nuestro tiempo en discusiones obsoletas que no conducen a ninguna parte; mejor guardar las energías para nuestros viajes, cada quien a donde quiera o pueda, o para quedarnos en casa sin más, que en eso descansa la libertad personal de hacer cada quien lo que le plazca y como desee, siempre que se respete y no se moleste a los demás.