Audio promocional del álbum «Detrás de la verdad». Ajustar volumen en la barra de la derecha. Las imágenes se amplían al clicar en ellas.
Nos teníamos gana. Nos lo debíamos. Al final, es Alberto quien me propone vernos y hablar un rato, con la grabadora como testigo de una charla entre paisanos que hace tiempo nos conocemos y que nos la debíamos. Vamos dispuestos a entrar en la corta distancia y desnudar más sentires que pesares. Yo, como siempre, me acuerdo de su abuelo Mariano y le hago pensar en tiempos pasados, tras lo que surge la melancolía y el recuerdo. Tomo las riendas para bucear en ese Alberto que hay tras su propia piel y él me responde mostrándose locuaz, sin cortarse, sin ocultar sentimientos y pasiones, sin regates ni tapujos y sin nada que esconder. Es buen conversador y no lo pone difícil.
No es mal sitio para verse la Plaza Mayor de esa Baza que nos vio nacer y cuya simple visión siempre enamora. Ante la antigua Casa de Concejo nos saludamos y saludamos a quien fuera uno de sus profesores durante el bachillerato. Se reconocen, se aprecian y cada uno sabe de cada cual. El paso del tiempo no ha dejado atrás un afecto que reaparece vivo. Después, buscamos dónde conversar tranquilos y optamos por la Plaza Serrano, en un mediodía primaveral en otoño y de los que gustan estar ocioso en cualquiera de los atractivos rincones de Baza. Y nada más, ni nada menos, que en la víspera de su concierto en su Baza natal, con el que inicia nueva gira.
– Alberto, un bastetano por el mundo.
– Así es. Y con orgullo. Con orgullo de llevar la tierra por el mundo.
– ¿Qué es lo que más echas de menos de Baza, cuando estás lejos?
– Así, a bote pronto, la comida. Y a pesar de que yo soy de buen comer, pero, sobre todo, lo que más se echa de menos es a la familia, los amigos y la gente con la que te has criado, la gente con la que has vivido momentos espectaculares, tu infancia, tu niñez… Eso creo que marca para toda la vida y, al final, son las cosas que te pueden dar cuando estás fuera y estás solo. Y yo he hecho muchas giras solo.
En el campanario de la Iglesia Mayor suenan las campanas para anunciar las dos del mediodía. Yo pido una cerveza y Alberto se suma. En la plaza, con otra mesa ocupada en el extremo opuesto, desde donde parecen querer observarnos, quizás porque han reconocido a Alberto.
– … y en esas giras hay muchos momentos de pararte a pensar. Estás solo en el hotel, estás solo viajando, estás… solo con mi guitarra… ¡y no me voy a poner a hablar con ella! Nosotros hablamos más musicalmente. Echas de menos eso: tu gente, tu familia y lo que son las costumbres de uno. Incluso cuando te mudas de ciudad o cambias de sitio, siempre echo de menos de dónde vengo, mis raíces. Porque me marcan y las llevo por bandera.
– Los músicos tenéis un filtro especial para los sonidos. Ahora mismo acaban de sonar las campanas de la torre de la Plaza Mayor, pero… ¿cuál es el sonido de Baza, para Alberto?
– El sonido de las campanas, justamente es uno de esos sonidos, porque yo me he criado junto a la iglesia de Santiago y no solo con las campanas, sino con un sonido que ahora se escucha menos: el de los niños jugando. Pero hay más. El sonido de los Coros y Danzas, de la Orquesta Velasco Villegas, de los flamencos de Baza, donde hay mucho arte… y mucho deporte… y una calidad brutal en muchas disciplinas, pero el sonido es ese: los niños jugando, las campanas y el flamenco.
– Al respecto de ese comentario, coincidimos en que hay una cosa que marca a una ciudad como la bastetana y no es otro que el de disponer de un potencial cultural enorme, en el que la Música ocupa lugar preferente. Sin embargo, llegar donde tú has llegado… no llega otra buena gente. ¿Cuál es el punto que marca la diferencia?, ¿qué es lo que te ha hecho a ti salir de Baza y triunfar?
– La verdad es que, sinceramente, no lo sé. La verdad es que yo no me paro a estudiar estratégicamente qué es lo que a mí me puede hacer triunfar. Sí que tengo un lema y es que, cuando me gusta algo, voy a ser el mejor. Pero no el mejor por ser algo más que otra gente, sino porque para mí ser el mejor es evolucionar cada día, crecer, aprender, trabajar duro, seguir luchando. Eso para mí es ser el mejor… y hay muchos mejores, porque cada uno puede ser el mejor desde sí mismo; cada uno tiene una capacidad de trabajo incansable y, si la usas, eso es lo que te hace seguir creciendo, seguir aprendiendo y no pararte en las fronteras, porque en la Música nunca paras de aprender. Y si crees que ya lo controlas todo, te viene otro flamenco que te hace un detalle que te hace pensar ¡¡¡Madre mía, qué cosa más guapa!!! Y hay que seguir. Te sorprende, pero aprendes. Como en la vida misma: cuando crees que ya lo has aprendido todo, la vida te enseña cosas nuevas. Pero volviendo a la pregunta, nunca me he parado a pensar qué es lo que me ha llevado a triunfar y ahora pienso que puede haber sido querer ser yo mismo, querer ser diferente, querer ser como soy en vez de imitar… y centrarme en mi carrera con el máximo respeto a todo el mundo. Esa puede ser la clave.
– Uno, ni mucho menos, no es experto en Música, pero sí cree tener una cierta sensibilidad que me lleva a analizar un poco las cosas. Así, cada vez que te veo, cada vez que te escucho y siento tu Música, veo que no paras de evolucionar, que sigues entrenando y aprendiendo, pero ¿qué es lo que te hace alcanzar esa evolución?, ¿por qué hay gente que sigue ofreciendo música que a los diez años sigue siendo la misma música y tú, no hace tanto, presentaste una Música y hoy traes a Baza una Música mejor?
– Yo creo que la Música es la representación de la vida y de las emociones, pero la persona que está siempre en el mismo momento, emocionalmente, al final se estanca. Se puede contar la misma poesía de muchas maneras distintas y a cada versión que hagas se le puede dar una interpretación diferente, lo que creo que es una de las esencias para mí: aunque cuente la misma Música, siempre hay que contarla como la estás sintiendo en ese momento. Además de que yo sigo haciendo cosas diferentes. La Música es un prisma de mil caras y se puede interpretar de muchas maneras. Esa es la magia de la Música por la que tenemos que luchar: que siempre se vaya evolucionando, que siempre se cuente desde otro punto diferente que haga reflexionar a quien la escucha, hasta hacerle emocionarse de manera diferente y que, al final, la gente vaya a un concierto no ya a escuchar la Música, sino a sentir qué está pasando allí. Esa es la esencia, en eso pongo mi atención y eso me hace ser distinto a como yo era hace diez o veinte años.
– Alberto, no es solamente un músico que interpreta magistralmente, sino que es autor de buena parte de los temas que pasea por los escenarios, pero, Alberto, tú no tocas el botón y te salen las canciones… (se ríe)… ¿Cómo es tu proceso creativo?
– Los albañiles, por ejemplo, tienen un meritazo brutal, pero claro, tú pones el plomo así y la pared está recta o no está recta. Yo puedo saber si una falseta está o no a compás, porque hay un ritmo y un compás que dicen si eso encaja o no, pero la creatividad es algo tan ambiguo… tan abstracto… que un día puedes estar seis horas intentando componer y no sale nada… y es desesperante… frustrante… y, otro día, incluso a lo mejor estando de promoción o de gira, agarras la guitarra diez minutos … y sale toda la Música que no había salido durante toda una semana… pero no se toca el botón y se enciende la bombilla que hace salir las notas como churros; algo que, además, me parece maravilloso, porque, al final, la creatividad depende de las vivencias y se fomenta dándole vueltas a la cabeza, pero la clave es lo que está pasando emocionalmente, porque eso es lo que los músicos queremos transmitir a través de nuestras composiciones. Buscas ir a emocionarte y que, a través de la Música, se cuenten las historias, lo que es para mí algo maravilloso.
– Cuando interpretas, Alberto, es fácil ver que cierras los ojos y hasta que los aprietas, dirigiendo una imposible mirada hacia arriba, pero ¿qué hay detrás de ella?, ¿qué ves tú, Alberto?
– Está la Música. Y cuando yo cierro los ojos estoy creando historias a través de la Música. Ya decía que una misma Música la puedes hacer de muchas maneras diferentes y que te llegue una emoción totalmente distinta. Al final, los músicos, transmitimos emociones, sensaciones, sentimientos, nervios… y eso hace que la gente lo perciba cuando te escucha. He tocado la misma Música y a veces he sacado una sonrisa, pero la misma Música; otras veces, ha sacado una lágrima. Con las mismas notas, pero tocando de forma diferente. Y en eso me concentro cuando estoy tocando, pero los ojos no pueden ser una distracción y los cierro para poder concentrarme en la emoción, para vivirla de la manera más pura y hacer que eso pase a mi guitarra, que es el camino para llegar al público. Por eso, los ojos cerrados ayudan a que actúe mi oído para ayudarme en lo que estoy contando, como el ciego lo utiliza como si fueran sus manos.
– ¿Y cuál es el paso que hay que dar para tener una excelente técnica que vaya acompañada de esa emoción?
La técnica en la poesía es como saber muchas palabras, pero el arte es cómo combinarlas para formar una historia que transmita una emoción. Hay músicos y artistas que tienen muy poca técnica y que te hacen llorar, porque tienen muchísima emoción
– Pero la técnica se puede adquirir.
– La técnica se puede adquirir dependiendo de las capacidades, de las aptitudes; pero es una suma de actitudes y aptitudes, de las capacidades que tú tengas y de las ganas que le pongas, porque la técnica es algo muy repetitivo y hay que estar todo el día para tener los dedos finos, para que los dedos te respondan cuando tú quieres hacer una frase… y que te responda la guitarra. La técnica es el camino, como las palabras para el poeta, pero su fin no son las palabras, su fin es la emoción que se quiere transmitir. Hay muchas cosas, aparte de la técnica, y como uno de los caminos que es, hay que cuidarla. Al cerrar los ojos te estás concentrando en esa emoción a la que se une la técnica y al resto de caminos, lo que permite llegar y transmitir consiguiendo el fin que se persigue. La técnica es un camino más que hay que tener y pulir.
– Tu eres viajero y viajar supone muchas cosas: muchas horas de escalas, muchas horas de hotel… ¿Sientes la soledad?
– Sí –Así, sin matices y sin siquiera pensarlo. Rotundo-. Siento la soledad y la necesito. Es más, creo que todos la necesitamos en algunos momentos, porque la soledad creo que es algo que te hace conectar contigo mismo, que te hace ordenar tus pensamientos y que te hace poder tener una capacidad autocrítica, tanto contigo mismo como con lo que te rodea. Algo que es esencial y más en el mundo en que vivimos hoy en día, porque nos trae información de todas la maneras, en todos los momentos, en todos los sitios y trae emociones e información. Vivimos en un mundo sobresaturado de cosas, algo que antes no pasaba; la gente estaba en el campo y tenía tiempo para pararse a pensar. Y yo pienso que hay que ver las reflexiones de los mayores, que son reflexiones de la vida de verdad, precisamente porque pensaban. Hoy en día vivimos tan en el momento, que no nos paramos ni siquiera a pensar y vienen problemas como la depresión y otras cosas. Muchas veces, con tener tiempo, la soledad es algo bueno, a pesar de tener aspectos negativos y que, aunque no siempre, potencia las cualidades de uno mismo y te centra para poder estar con el resto del mundo. Y te ordena el pensamiento y las emociones también. He hecho muchas giras solo y, si bien es cierto que cuando llevas cuatro meses de giras echo de menos mi gente, mi tierra, mis costumbres, mis raíces… también conecta mucho. Tener tiempo para conversar contigo mismo creo que es algo esencial para todo el mundo y que todo el mundo debería tenerlo.
– ¿Y que llevas en tu maleta, que no llevamos los demás?
– Jejeje…. -Alberto sonríe, casi carcajea-. En mi maleta, es curioso, llevo una foto de la Virgen de la Piedad; cejillas, por si acaso; cuerdas, discos a veces… pero, en todo caso, lo material es la parte menos importante que lleva uno cuando viaja. Al final, lo que se lleva es la Cultura que uno tiene, la historia de una tierra, el pueblo, las raíces… Cuando estás fuera, te das cuenta que eres de dónde vienes y, además, tienes lo material, lo que necesitas, pero eso es algo superficial. Cuando estás tiempo solo, es cuando te das cuenta de lo que importa y lo que no. Me acuerdo de pasar seis meses en Japón solo, cuando aún estaba soltero y solo por el mundo, de gira y tal, pero cuando ya llevaba cuatro meses, por las noches salía de los conciertos y aun me paraba a estudiar japonés, salía para conocer Japón… y ahí es cuando te das cuenta que todo eso es superficial también y que lo que importa y echas de menos es tu Cultura, tus costumbres, tu tierra, tu familia, tu gente…
– Aquí, por primera vez, Alberto muestra debilidad y es superado por sus pensamientos. De hecho reconoce que es la primera vez que saca al exterior lo que cuenta y, algo tocado, continúa…
– La familia, que muchas veces no nos paramos a valorarla…, la amistad…, el contacto humano con la gente que quieres… están infravalorados para lo que debe ser. Debería estar mucho más valorado de lo que está, pero es que cuando lo tenemos tan fácilmente, no lo valoramos. Tras cuatro meses, me decía a mí mismo la cantidad de japoneses que hay en Japón, pero mientras, echaba de menos a mi familia y echaba muchísimo de menos a mi gente. Normalmente, cuando tienes tanto tiempo para estar solo, valoras lo tangible, lo superficial, pero cuando estás solo, es cuando empiezas a valorar. De hecho, a partir de ahí empecé una relación con la que ahora es mi mujer. Al final, lo que llevas en la maleta es lo que va en esa otra maleta, que no es física, pero es donde va lo realmente importante.
– ¿Qué te une a la Virgen de la Piedad? ¿Eres cascamorrero?
– ¡Soy cascamorrero! De hecho, este año he corrido y el anterior también salí. Y cada año que puedo, me veis aquí, aunque los conciertos me hacen que no siempre pueda hacerlo, pero es algo que disfruto muchísimo. Al final, uno disfruta con lo que ha vivido y hay cosas que no se pueden explicar. Cuando estás fuera, las cosas que echas de menos son esas: pintar al Cascamorras, el contacto con la gente, la emoción que transmite esa unidad de todo el mundo… eso es lo que se te queda grabado y lo que luego echas a faltar, aunque aquí ya sabes que la Virgen de la Piedad sigue en su sitio, cuidando de todos los bastetanos.
– Tu familia, tu gente… se quedan cuando te vas, pero tú también dejas una huella. Ahí queda esa imagen repetida de tu madre, que se te acerca y te toca como si quisiera convencerse de que te tiene, pero que deja ver un rostro de sentimientos en el que la alegría y la tristeza se funden a la vez… junto a tu padre, más discreto, pero no más lejano, que esboza esa media sonrisa en la que transforma la alegría de tenerte. Pendientes de ti siempre…, pero Alberto se va otra vez.
– Mi madre, siempre que me voy me dice lo mismo, cuando le digo que me voy de gira: “¡Qué bien!, pero ¿no tienes otros sitios más cerca?” -y carcajea-. Ella es más de que toque en Caniles, en Granada… aunque lo cierto es que tanto ella como mi padre se alegran muchísimo, pero claro, son doce horas de vuelo e irte solo a una tierra en la que, supuestamente, no conoces a nadie… Te pueden admirar cuando estás en un teatro, pero eso no lo ven ellos; saben que te vas solo, que estás solo y tienen ese pellizquito que en el fondo son emociones encontradas: alegría porque su hijo esté saliendo y tenga éxito, pero también ese no tenerlo cerca y tener un contacto más próximo.
– El concierto de Baza fue el inicio de una nueva gira e inicio de una nueva despedida. ¿Hacia dónde vas ahora?
– Este año, y el año que viene, es momento de volver a viajar. Ahora empiezo haciendo alguna faceta aquí en España y luego, en noviembre, salgo para Sudamérica, a Uruguay. No se ha podido cerrar Chile, por falta de tiempo; vuelvo a final de noviembre y, para diciembre, tengo Alemania y ya, el año que viene, estamos cerrando Panamá ,en enero; estamos cerrando también Japón… una gira nacional e internacional y, la verdad, es que es algo alegre y triste a la vez.
– Los uruguayos tienen una sensibilidad muy especial para la Música.
– Sí. Además allí he estado allí bastantes veces y ya tengo amigos y conocidos que me quieren, con los que tengo una admiración mutua, porque ellos me quieren a mí y yo a ellos, muchísimo; porque además compartimos muchas emociones y mucha Cultura. De hecho, muchos uruguayos vienen de aquí, de España, de Galicia, y tienen ascendencia española y una admiración bonita, bonita… hacia España, algo que es espectacular.
– De hecho, hoy es fácil encontrar la Música española por ahí, por el mundo. Y, por cierto, ¿cuántas guitarras tienes? -pregunta que le hace fruncir el entrecejo-.
– ¿Te puedes creer que no me he parado nunca a contarlas? Tengo… cinc…. ¡seis guitarras! Sé cómo suena cada una, qué es lo mejor y peor de ellas… Las conozco a todas perfectamente. Muchos guitarristas hablan del número de guitarras que tienen, pero yo me he parado más en saber qué es lo que tiene cada una, que me aportan, que tienen diferente para una grabación… Al final, mis manos producen en cada guitarra un determinado sonido y de cómo resuene ese sonido en la guitarra depende que te produzcan una emoción diferente a la de otra guitarra. Vamos, recuerdo una guitarra que tenía que, cada vez que tocaba una frase, todo el mundo lloraba. Todo el mundo. Y era espectacular, porque tenía unos armónicos muy bonitos, pero sobre todo, porque había emocionantes frases en ella, que eran irrepetibles con las demás.
– Tú eres muy joven para tener la experiencia de la paternidad, pero seguro que, como todos, has oído hablar a tus padres y a otras personas de lo que son los hijos, de lo que suponen. Aún así, ¿son tus hijas las guitarras para ti? ¿Las mimas, las cuidas, las educas, las enseñas… aprendes…?
– Claro que sí. Es un aprendizaje mutuo e incluso algo físico, porque las guitarras aprenden. Dos guitarras idénticas, tocadas por artistas diferentes, suenan diferente porque, en función de cómo toques, en función de cómo estudies, del sonido que les saques… suenan diferente. Se hacen de manera diferente, aunque originalmente suenen igual. Y eso es alucinante y para mí es como una mezcla entre mi pareja o mi hija… es una sensación muy íntima y personal, porque al final las quieres, las mimas, las educas y ellas te enseñan también a ti y, hasta cuando tú te crees que estás controlando, la guitarra hace una cosa cuando tú esperas otra y te da una lección de vida en ese momento.
– ¿Y tienes alguna que sea tu favorita?
– Yo, ahora mismo estoy con una guitarra con la que me siento muy cómodo. Es una guitarra de Hermanos Conde, de Madrid, porque suena espectacular y porque es…. Paco de Lucía la llevaba… y tengo un enorme aprecio a cómo suena. Además, Hermanos Conde me cuidan como guitarrista y ya me pasó: me ponen una guitarra allá donde yo esté y hacen que nos tengamos una admiración mutua que me encanta y que me da mucha seguridad también. Yo he estado de gira fuera de España y, de repente, una guitarra se me ha rajado, pero he llamado al guitarrero y le he dicho lo que me ha pasado, cuando me quedaban todavía seis o siete conciertos por delante. Imagínate. Si la guitarra se raja se le puede volver la tapa y es peligroso, no porque me vaya a pasar nada, sino porque, si se raja, se acaban los conciertos y se acaba todo, aparte de la implicación personal que tengo si a una guitarra le pasa algo. Como tú dices es como mi hija… o como mi mujer. Con la que ahora estoy, además de que es muy bonita, suena espectacular y, entonces, cuando tienes una guitarra que te enamora y tienes el respaldo de unos guitarreros como son Hermanos Conde, al final es un orgullo. Fíjate que incluso llegan al punto de que quieran hacer una guitarra “Albero López”. Pero bueno, al final no me gusta decir que es mi preferida, porque se me enfadan las otras.
– ¿Y el estudio, cómo lo llevas?
– Un guitarrista no para de estudiar, día a día. Al final, coges la guitarra y estás o no estás. La guitarra es algo muy sacrificado, claro que no sé qué te podría decir que no lo sea, porque si quieres ser bueno en algo es eso: estás o no estás. Al final, a la parte técnica tienes que echarle muchas horas y lograr que los movimientos funcionen como tú estás ordenando al dedo, el cual tiene que estar enseñado a ejecutar lo que tú digas a la perfección; entonces, intento echarle todas las horas posibles del día y que, como decía al principio, la base para crecer como guitarrista, como músico, como artista y como persona es ser lo mejor que uno mismo pueda ser, día a día. Y eso lo hace el estudio y la evolución constante.
– ¿Y el público? ¿Qué es el público?
– Escucho tu pregunta y me venía a la mente como un corazón. Para un artista, si no hay público, no hay nada. Un artista está hecho para transmitir emociones, por tanto, si no tú transmites esas emociones y estás solo, no tiene sentido realmente. Son emociones que tú las tienes dentro, pero han de llegar a una o a diez mil personas y eso es lo que hace que te sientas realizado, que realmente tu vida tiene sentido y estás aquí para transmitir mensajes con los que la gente disfrute y se emocione; que le llegue lo que estás haciendo. Una hora o dos de concierto son para mí como dos mil horas de estudio; es lo que me da vida, mi razón de ser guitarrista. Sin el público, no somos nada.
– ¿Y cuando llegan momentos como el vivido con la pandemia y el confinamiento?
– Justo por lo que acabo de decir sufrimos tanto los artistas en la pandemia, porque podíamos estudiar mucho, pero no podíamos transmitir nada. Yo estudiaba y disfrutaba, pero era un disfrute a medias, no un disfrute pleno donde te sientes realizado y donde sientes que todo lo que estás haciendo merece la pena.
– Entonces, ¿cómo vives cuando tú ocupas el escenario sabiendo que, tras una cortina, hay una sala, unos palcos… y esperas a que la cortina se abra?
– Ese es el peor momento, sin duda ninguna. El peor momento porque es cuando te viene a la mente todo, empezando por querer hacerlo perfecto, que todo salga bien, recordar toda la Música, centrarte en esa Música y transmitir; que la técnica salga bien, que el sonido funcione correctamente, que el público esté calentito y se pueda entregar y que haya un feedback mutuo… ¡Son tantas cosas en un momento…! Y eso hace que me guste ir del camerino al escenario, porque cuando me hacen esperar entre bambalinas, más tiempo hay para pensar y, en ese momento, no me gusta. Me gusta salir a sentir y emocionarme, transmitir y dar lo que soy, no a pensar que… En esos momentos, resulta horrible.
– Y al acabar la última nota ¿hay paso del “subidón” al “bajón”? Haces un rápido examen de conciencia, ves que todo ha salido bien… y, enseguida, el público te busca, te quiere felicitar, las firmas, las fotos…
– Ese momento yo lo disfruto mucho. De hecho, no me gusta que me visiten en el camerino antes de actuar, porque es cuando más concentrado estoy en la emoción, en la transmisión, en sentir la guitarra y que la guitarra sea una misma conmigo. Me gusta poder hablar después. Esa conexión que digo se tiene que mantener hasta que llegue al escenario y. después, cuando termine el concierto, es cuando ya no te centras en la Música sino en la gente, te relajas… y lo disfruto mucho. A mí me encanta, porque la gente quiere compartir esa emoción que tú le has dado y quiere demostrar su agradecimiento por todo lo que les has entregado y eso me parece maravilloso. Para un artista es un compromiso, pero muy bonito a la misma vez, porque, al final, que la gente te agradezca eso que has hecho… ¡Me parece tan bonito! He llegado a gente que me ha dicho, y es verdad lo que voy a decirte: “Mira, mi hijo estaba en la droga y gracias a tu Música ha salido; se ha puesto a estudiar y te tiene como referencia”. Es muy bonito que te digan eso, con las lágrimas en los ojos y comprobar que se puede ayudar también a través de la Música… ¡es tan bonito! Y eso pasa después del concierto, cuando tienes esa conexión con la gente y te cuentan lo que tú supones para ellos; cuando la gente te muestra el cariño que tú también les has dado… y a mí me encanta. De hecho a mí siempre me pasa siempre que mi manager o alguien de mi familia vienen a decirme que tengo que recoger porque van a cerrar el teatro. Y es que no me importa estar mucho tiempo con la gente y es que disfruto mucho con que todo el mundo pueda decirme lo que quiera, estableciendo una conexión mutua que es superbonita.
– Y hasta aquí llegamos, pero me gustaría terminar esta entrevista con dos preguntas muy concretas. Una, por si alguien no se ha enterado, ¿quién es Alberto López?
– Alberto López es un bastetano que ama a la guitarra, que lleva a Baza por bandera. Lo digo porque así lo siento, porque me siento bastetano por los cuatro costados, por las costumbres de Baza, por mi familia, por mi gente… y porque todo lo que soy lo he hecho aquí y lo he aprendido aquí, porque son mis raíces. Mi flamenco viene de aquí, viene de Baza, aunque también de otros sitios después. Ese es Alberto López, una persona amante de la guitarra y de su gente, a la que intenta aportar toda la emoción más bonita posible y llevar mi cultura a todos los sitios por donde voy.
– Y la segunda, ¿quién es Alberto López con una guitarra en las manos?
– (Nueva carcajada… desde los adentros). Un músico incansable por aprender, que disfruta todos los días haciendo lo que ama hacer: tocar la guitarra, crear, componer, transmitir y que vive exclusivamente para intentar hacer el mundo mejor, transmitiendo valores y emociones con las que la gente pueda tener una vida mejor, un momento mejor y aportar algo a ese mundo.
– Después, silencio. Pero no un silencio cualquiera, sino aquel que llega tras preguntas que han querido ahondar y escarbar en lo profundo; un silencio de quien sabe que te has vaciado y has abierto tu corazón y tu alma. Un silencio que acaba aquí, porque el camino sigue… y hay mucho horizonte que recorrer y mucha Música que escuchar. Feliz viaje, Alberto.
Entrevista realizada el viernes 13 de octubre de 2023, víspera de su concierto en el Teatro Dengra de Baza.