Por Lola Fernández Burgos
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y cuando veo el curso de los días, con el ambiente hostil de un avance en nuestra sociedad de los partidos de ultraderecha, no me cabe la menor duda de que es absolutamente cierto. El ser humano no aprende de sus propios errores, es incapaz de mirar la Historia como un referente para saber qué se puede y qué no se puede repetir. Cuando aún hay quien niega el holocausto nazi, esa terrible realidad que acabó con seis millones de judíos, por el simple hecho de serlo, en esta Europa nuestra tan necesitada de renovación, vuelven las ideas xenófobas y el odio al diferente a no tener vergüenza de ser expresadas, dando la ínfima medida del valor moral de quienes las emiten. Claro que cómo hablar de moralidad en estos tiempos, cuando mueren de frío niños hacinados en campos de refugiados, que deberían más bien llamarse campos de abandonados a su mala suerte. En estos tiempos en que, en vez de luchar políticamente por el progreso en derechos humanos, se vocea que hay que ir para atrás, como si no tuviera importancia que antes de nosotros hay quien incluso dio la vida para conseguir un mundo mejor para todos. En estos tiempos en que en vez de estar al lado de quien lo necesita, se trata de hacer que lo necesite aún más. Porque si no, no se entiende que mientras cada día nos asesinan a las mujeres, por el simple hecho de serlo, en vez de tratar de evitarlo, se digan atrocidades que sólo conseguirán incrementarlo. Hay determinados asuntos con los que no cabe jugar, porque quien lo hace, y con una escalofriante frialdad y necedad, se convierte en cómplice de los verdugos, en lugar de ponerse al lado de las víctimas. Miedo da, y vergüenza, y una nunca deja de sorprenderse de hasta dónde puede llegar el ser (in)humano en su propia imbecilidad. Lo triste es que de nada ha servido toda una evolución, cuando empiezan a tocar poder los más idiotas, cuando de lo que se trata es de la supervivencia de los más inteligentes. Algo debe de ir mal, porque si no, es imposible comprender la errática evolución de esta sociedad nuestra.
Es que dan ganas de llorar viendo el curso de los días, donde la sinrazón parece moverse a sus anchas, atreviéndose a gritar por encima de la cordura, que ni siquiera puede hacer mucho más que mantenerse callada. Imposible comprender que la juventud, esa que es el futuro, pueda permitir que, en vez de progresar, se busque la involución, el ir para atrás. Porque es que para atrás, no hay que ir ni para coger impulso. Y si hablamos de derechos civiles, es completamente de necios y retrasados querer acabar con ellos e implantar situaciones de desamparo. Porque lo que es bueno socialmente, lo es para todos y cada uno de nosotros, hombres y mujeres que sólo pretendemos dejarle un mundo mejor a nuestros descendientes. No se puede consentir la estrategia del cangrejo, el ir acabando con lo que es bueno, y que además supuso una lucha en su conquista. No es de recibo que la ultraderecha avance ni un solo espacio de negación de progreso, ni aquí en nuestro país, ni en ninguna parte. Porque es ser peor que el burro, que nunca ha de tropezar más de una vez en la misma piedra, y eso que lo llaman burro. Que lo haga, y no dos, sino tres y cuatro y muchas más veces, el que se autodenomina ser más inteligente entre los animales, es para reírse, si no fuera porque los errores de este tipo provocan mucho sufrimiento a quienes se ven perseguidos por ellos. Esperemos que la inteligencia y los principios humanos venzan finalmente y puedan impedir el imperio de la inhumanidad y la imbecilidad suprema.