Por Lola Fernández Burgos
Más de una vez he expresado mi pasión por el arte callejero, el street art, y en él, por su maestro indiscutible, Banksy. Una de sus pinturas, en las que invariablemente hace una crítica social y denuncia los absurdos del hombre y de la sociedad actuales, muestra a unos pobres niños de raza negra rebuscando en la basura, y uno de ellos lleva una camiseta con la frase Odio los lunes. Y así es, mientras ellos se mueren de hambre, nosotros no dejamos de quejarnos: de los lunes, del calor, del frío, y de todo lo imaginable. Son los problemas de quienes realmente no los tenemos, porque si de pronto aparecen, todo lo demás se esfuma y pierde cualquier razón de ser. Es triste que el llamado Tercer Mundo no reciba sino la caridad y la limosna del mundo supuestamente desarrollado, ese al que nosotros pertenecemos; que persistamos en darle el pescado en lugar de enseñarle a usar la caña de pescar; que no seamos capaces de implementar allí políticas de desarrollo sostenible que le permita alcanzar una independencia económica. Y aún más triste es no tener que irse tan lejos para hablar de pobreza y subdesarrollo.
Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Erradicación de la Pobreza, al menos durante unas horas se comentan los datos relativos al riesgo de pobreza y exclusión de España, en comparación con el resto de países de la Unión Europea (UE); quedando siempre en unos lamentables niveles respecto de la media europea. Mientras se nos pretende vender que la crisis ya se ha acabado, la realidad es tozuda y nos indica que casi un tercio de los españoles están no ya mal, sino peor que cuando dicha crisis empezaba a azotar nuestra economía, y los hogares del país. Para más inri, la pobreza se ha cebado antes en nuestra juventud que en la población de pensionistas, gracias a la cual se ha podido salir adelante sin necesidad de unas ayudas estatales que si por algo han brillado es por su ausencia. Me causa risa, que es mejor que el llanto, cuando algunos creen que si se habla de neoliberalismo y políticas liberales, se está hablando de soluciones de izquierdas y de apoyo a las clases más necesitadas; cuando es justamente lo contrario, puro egoísmo de derechas y librar al Estado de las subvenciones correctoras de desigualdades.
Porque es que además, por si no tuviéramos bastantes motivos para la indignación con estos desalentadores datos, desde el inicio de la crisis, en nuestro país lo que no ha dejado de crecer, y esta vez sí por encima de la media de la UE, es el número de ricos y superricos, con lo que ello implica de que tal enriquecimiento ha sido a costa del empobrecimiento de los demás. En fin, un asco. De manera que si tenemos la suerte de no encontrarnos inmersos en esas estadísticas tan feísimas (y no olvidemos que detrás de su frialdad hay una realidad muy dura), a ver si somos capaces de dejarnos de una vez por todas de tanta superflua queja. Porque qué más da si es lunes o viernes, si llueve y hace frío o si brilla el sol, cuando hay personas que sufren de verdad, y no pueden hacer demasiado por salir de sus adversas circunstancias. Tengamos al menos la decente madurez de entender que ellas estarían encantadas con poder vencer sus dificultades, y que lo que menos se les ocurriría es lloriquear porque odian los lunes.