Por Lola Fernández Burgos
Pobres de los hombres y mujeres de Andalucía, con la convocatoria de elecciones para el 2 de diciembre, ay. La que nos espera es para armarse de paciencia, porque nada hay más desesperante que tener que aguantar promesas y más promesas cuando ya sabemos lo que dan de sí los políticos y sus proclamas electorales. Nuestra querida tierra, esta Andalucía tan mal tratada, y con tanta potencialidad desperdiciada, lleva 36 años gobernada sin interrupciones por los socialistas. Algo que, de tratarse de un auténtico socialismo, hubiera sido maravilloso para los andaluces en general. Pero sólo hay que irse a las estadísticas y comprobar que para nada ha sido la maravilla que se suponía cuando tras una dictadura pura y dura se alcanzó la democracia, y además con la izquierda para restituir la justicia social que tanto necesitábamos los ciudadanos andaluces. La verdad es que siento que nos han estafado, y no van a conseguir convencerme de lo contrario por mucho tirar de argumentario electoral. Ojalá la llamada a las urnas sirviera para trabajar en pos de resolver los problemas y dar respuesta a las demandas del pueblo que va a acudir a ellas con un arma tan potente como su voto. Pero no creo que sirva para nada. La dinámica es tan repetitiva y cansina que aburre a cualquiera. Un derroche de gastos para lucimiento del candidato o la candidata de turno, un equipo a su servicio para que la ineptitud quede más o menos disimulada, unos datos específicos de las zonas a visitar, un llamamiento a las bases de los partidos para que estén ahí y no fallen, etcétera. Siempre lo mismo, cada vez todo igual. Y nosotros y nosotras, los votantes, sin lograr cambiar nada ni a nadie. Supongo que porque para conseguir algo, hay que quererlo de verdad, e ir más allá de las conversaciones de pasillo, y de salón, y de barra de bar.
A ver, estamos aquí, por estas tierras nuestras dejadas de la mano de quien ostenta el poder, que sólo se digna a darse una vuelta de vez en cuando por los cortijos afines a su persona; siempre con pensamientos electoralistas, nunca con la pretensión de acabar con nuestros problemas, que los tenemos y son muchos y a veces graves. Tanto como para no lograr remontar el vuelo del progreso económico y dejar de ser una de las zonas más pobres, no ya de la provincia o de la autonomía; no, ya incluso a nivel nacional, que ya es decir. Estamos aquí, pero no nos queda otra que irnos si queremos vivir bien, porque nuestra realidad es mortecina y todo lo que se anuncia es arreglar cosas muertas; cuando se arreglan de verdad, que la mayoría de las veces hasta con decirlo y no hacerlo, basta. Que que se arregle un ruinoso patrimonio sólo pondrá guapas unas calles, pero no va a dar de comer a nadie. Para crear riqueza hay que invertir, y para las inversiones hay que ayudar. De acuerdo que los políticos no son empresarios, menos cuando les interesa, claro; pero si no se ayuda a los que sí lo son, qué empresas de envergadura van a pensar en Baza, por favor. Si estamos pidiendo la vuelta del tren, y se nos olvida que hasta la Autovía del Almanzora está sin concluir después de años, muchos, de retrasos y promesas incumplidas; que, son pura y llanamente, simples mentiras. Miro el cielo cuajado de nubes, en estos días de lluvia, y pienso que es una pena que los nubarrones sean la tónica simbólica que nos ha tocado soportar en nuestra comarca, olvidada e ignorada. Así es muy difícil que podamos sentir la alegría de unos cielos despejados en los que el progreso y el bienestar general sean la tónica y el pan nuestro de cada día… ¡Que ya está bien de promesas y mentiras!