642. De attrezzo

Por Lola Fernández.

En este mundo nuestro se podría decir que cada vez es más difícil establecer la línea divisoria entre verdad o mentira, realidad o virtualidad, la esencia y la apariencia; y lo cierto es que a muchos parece no importarle lo más mínimo, cuando se quedan sin más con lo que digan sus referentes. El problema surge, está claro, cuando quien habla no tiene ni la más remota idea de lo que habla, pero cuela. Si engañas y no te descubren, es mucho más fácil y cómodo decir lo primero que se te ocurra, que indagar, aunque sea someramente, en lo auténtico. Son malos tiempos para la autenticidad, todos lo vemos a diario por aquí y por allá; con sólo mirar las redes sociales, podemos asistir al más puro teatro, sin necesidad de adquirir entradas. Y no es ya que podamos hablar de vidas aparentes, sino que el espectáculo está conformado por genuinas personas de mero attrezzo. No es difícil adivinar cuánto de decoración tiene una imagen elegida por alguien para mostrarnos, foto a foto, día a día, evento a evento, ese gran álbum en que convierte su existencia, de cara a los demás. Porque siempre han existido los recuerdos personales, a modo de diarios del tiempo, tal vez queriendo que sean un regalo para el mañana, cuando ya no nos quede ni el mismo recuerdo, aunque nos asomemos a todo un cuidado reportaje fotográfico; siempre han existido, es verdad, aunque nada que ver con la pátina narcisista que recubre por lo general la imagen proyectada de uno hacia el resto. Es como si hubiera que inventar elementos y complementos para resultar atractivo a los ojos ajenos, me pregunto si más cuanto menos a los propios, chi lo sa.

Foto: Lola Fernández

Paseando por esta nuestra ciudad, me topo, y qué mal encuentro, con una banco, algo elemental en el mobiliario urbano, con escasas exigencias de mantenimiento, seguro, y que ante lo que veo me hace pensar que es urgente que existan directores de imagen, que sepan ver lo que hay, que cuiden esos imprescindibles detalles para que no sintamos que estamos teniendo una pesadilla y nos movemos por mundos distópicos de abandono y decadencia. Igual que en las redes sociales cada cual se convierte en director artístico y hace mil fotos añadiendo y quitando, hasta que el resultado es el que busca, tendría que exigirse a los responsables de mantenimiento que vieran las calles y sus elementos como escenarios a colgar en las páginas de Internet. A ver, el banco de hierro y madera podría ser el protagonista de una publicación en, por ejemplo, Instagram, dando los buenos días bajo el sol de la mañana. Estoy segura de que tal y como está en la foto, se negaría en redondo a ser visto y que exigiría, para aceptar mostrar su imagen, un poco de limpieza y arreglo: a saber, cuidados de jardinería, o de horticultura, pues bajo él parece que pueden empezar a crecer lechugas; además de un buen barrido para eliminar hojas, papel, plástico, cartón… Me parece increíble que en plena Avenida del Mediterráneo podamos encontrar semejante acopio de basura a los pies de un banco en el que dudo que nadie ose sentarse, y realmente parece como si el oleaje del mar hubiera depositado allí todo la porquería y los desechos al subir y bajar la marea. Pero en Baza no hay mar, que yo sepa, aunque creo que sí hay servicios de limpieza, los mismos que presumen de ser nuestra mejor baza; no quiero ni imaginar si ofrecieran algo menos. Pagamos religiosamente nuestros impuestos municipales y los servicios que nos ofrecen por vivir con un bienestar de calidad, y no nos gustan los decorados y el attrezzo, y menos si es de una película de terror; así que, por favor, que se pongan las pilas los responsables y a quienes corresponda, que nunca es tarde si la dicha es buena.