Por Lola Fernández.
Hay temas sobre los que, aunque te disgusten, has de escribir, y aún más cuando tienen tal importancia que son mucho más que un tema. 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer, y lo primero que pienso es que es una lástima no poder eliminarla como si se tratara de un tumor y contáramos con una cirugía feminista que acabara de una vez por todas con el maltrato, las violaciones y los asesinatos. 1.237 mujeres asesinadas desde 2003, cuando una sola es demasiado; pero es que esas cifras son sólo la punta del iceberg: nos llega la noticia de un feminicidio, pero nunca de cuántas mujeres sufren aterradas y apaleadas en sus hogares, junto a potenciales asesinos, que harán que las estadísticas se incrementen, cuando se les vaya de las manos, o de los pies, su violencia machista, o cuando ellas decidan dar un paso para escapar de sus infiernos particulares puertas adentro. Los negacionistas de la violencia de género, cómplices; los que tratan de comparar o de hablar de violencia doméstica, cómplices; los que se niegan a un minuto de silencio por la muerte de una mujer a manos de un machista asesino, cómplices; los que pretenden investigar a quienes trabajan luchando contra esta lacra social, cómplices y auténticos delincuentes. Cómo vas a negar la evidencia y pretender castigar, encima, a quienes se esfuerzan por ayudar a las mujeres que padecen el abuso de poder, en sus múltiples manifestaciones, de unos machos que debieran entrar en prisión y no salir mientras sus víctimas no dejen de sentir miedo por su culpa. Que en España se produzca una violación cada 4 horas es algo que provoca terror en cualquier persona bien nacida, y es demasiado desazonador ver qué poco se avanza en la lucha contra la violencia contra la mujer, y qué fácil es desandar lo andado con los inaceptables discursos de la despreciable ultraderecha.
Volver a recordar que el feminismo no es la otra cara del machismo, que sólo trata de conseguir la justa igualdad de derechos sin diferencias por el género, que es una lucha en la que son tan necesarios los hombres como las mujeres, ya cansa, porque es obvio y evidente. Se trata sencillamente de respetarse los seres humanos como personas, sin diferencias por nacer hombre o mujer. Lo increíble es que algo tan sencillo de enunciar encuentre tantísimos obstáculos en su realización, y es muy incomprensible que la mitad de la población humana viva amenazada por tantos bestias en la otra mitad. Es muy triste que las mujeres tengamos unos depredadores que nos amarguen la existencia: los machistas, que se creen que son más hombres porque tienen mujeres a las que atormentar, apalear o matar; sin darse cuenta de que no llegan ni a hombres. Puesto que éstos respetan y no olvidan que todos nacieron de una mujer, y no es raro que tengan hermanas e hijas. Aunque agota tener que insistir, no queda otra que denunciar el machismo, muchas veces letal y siempre inaceptable. Por supuesto que se trata de mucho más que un tema, porque nos va en él el bienestar y la vida de las mujeres, muchas de las cuales son maltratadas y asesinadas por el simple hecho de ser mujeres. Es algo oscuro, tenebroso y feo, tan sombrío y lúgubre, que no podemos sino pedir más color, y que finalmente se den las condiciones para que no haya ni una sola mujer más víctima de la violencia machista.