Por Lola Fernández Burgos
En la altiplanicie de la Hoya de Baza, como un barco que surca estas áridas tierras, o como una isla que aún algunos creen que era un volcán, cuando no es así, nuestro Cerro Jabalcón se eleva para llenar de un paisaje común los ojos de quienes vivimos en esta comarca, ya sea visto de una cara o de la otra, según donde nos encontremos. La errónea creencia de que este Cerro era un volcán hoy apagado, se sustenta en la existencia de aguas termales que históricamente fueron, y son, una oferta lúdica en los Baños de Zújar, y que han sido también aprovechados por algunos hoteles de la zona. Si ascendemos hacia su máxima altura, nos espera la ermita de la Virgen de la Cabeza para acudir en romería o de visita cuando su ascendente y serpenteante camino nos lo permite, porque no tiene nada de fácil subir hasta allá en coche según el tiempo elegido. Pero si nos atrevemos, o si dejamos el vehículo más o menos a mitad del sendero y ascendemos a pie hasta el punto más alto del Jabalcón, las vistas de la hoya y del altiplano son espectaculares, y más con el Negratín a nuestros pies.
Y es que una altitud de casi 1.500 metros nos ofrece unas panorámicas sencillamente maravillosas, miremos para donde miremos; aparte de posibilitar la práctica de deportes como ala delta o parapente, con dos pistas de despegue, o la escalada, o la cronoescalada en bicicletas de montaña. Unas posibilidades deportivas que no han dejado de ser disfrutadas por los amantes del riesgo y de las emociones fuertes.
Acercarse hasta los pies del Jabalcón y seguir durante kilómetros, con un total de 29, el canal que lleva su nombre y transporta las aguas que sirven de regadío a estas tierras secas, siempre es tener la sensación de que nuestros regantes pueden estar tranquilos, pero lo cierto es que por primera vez lo he visto vacío. Es deprimente ver el canal seco, tanto como la cola del pantano que le suministra las aguas, pues a pesar de que las últimas lluvias han conseguido aumentar un poco sus niveles, tienes que irte cerca de la presa para sentir la grandeza del tercer embalse de Andalucía en tamaño. Esa bonita presa que se construyó en 1984 sobre el cauce del Guadiana Menor, río que hoy podemos ver como un hilillo que surca las tierras emergidas con la sequía y que espera mayores aportes de agua. Sólo espero que no deje de llover como en estas semanas, además de una manera buena para los cultivos y sin causar destrozos, que por desgracia sí están padeciendo en otras zonas andaluzas, nunca preparadas para el salvaje empuje de las lluvias torrenciales. Que no deje de llover y que el Negratín recupere su aspecto habitual, con las carpas dibujando ondas en su superficie, a modo de maravilloso espejo color turquesa en el que se mira presumido un Cerro Jabalcón rodeado de paisajes nevados en las cumbres más altas de la provincia. Si nos acercamos hasta allí, o vamos a la playa de Freila, o a los Baños de Zújar, curiosamente el sonido que nos acompañe será el de las gaviotas que hace ya muchos años decidieron que este es su hábitat preferido, con lo que nos regalan un perenne recuerdo del mar, tan distante y tan distinto. El viento y las gaviotas, las olas sobre las aguas rompiendo en una tierra que gracias al pantano puede presumir de ser algo más que desolación y abandono. Y el Cerro Jabalcón emergiendo con su altura caliza que le hace diferente y tan nuestro que aun cerrando los ojos podríamos dibujar su silueta.