Por Lola Fernández.
No era invierno, y, sin embargo, qué frío y cuánta lluvia la caída día tras día en esta primavera incierta que nos hace preguntarnos dónde está. Porque no es verano, y menudo calor; sin apenas transición, de la tierra mojada al secano, del jersey a la camiseta. Los humanos, desorientados; las plantas, agobiadas y esperando un tiempo mejor y distante del exceso de agua o el impertérrito sol constante. Ya se sabe que la primavera es voluble y cambiante, pero lo de este año es de traca, exagerado a más no poder; será el cambio climático, pero eso no le sirve a nuestros cuerpos para sentirse mejor, ni a nuestras mentes para no desesperarse. Ojalá los gobernantes a nivel mundial lleguen a comprender que nos estamos cargando el planeta, el único que tenemos para aprender a vivir y pasar nuestra existencia; y esperemos que a nivel individual no contribuyamos a empeorar el panorama, ya de por sí bastante desalentador.
A nadie se le escapa que las armas son para matar, y que, si hay libre acceso a ellas, nada de extraño tienen las matanzas como las que muy cotidianamente ocurren en el país que se llama la primera potencia mundial, esos Estados Unidos que a veces, más que menos, provocan vergüenza ajena. Cómo es posible que no sepan o quieran reaccionar y decidan que no todo el mundo puede adquirir sin problemas un arma y matar aquí o allí, a familiares o a extraños, a muchos o pocos, sean delincuentes, jóvenes, adultos, o lo que sea, sin más trámite que pagar en caja, como si lo que se comprara fuera refrescos o bocadillos para saciar el hambre. Si a ello le unimos la pasividad de una policía que no sabe reaccionar para defender, pero que no titubea para matar ella misma a seres inocentes, pues… Cualquier tipo de arma es un objeto peligroso, que tan sólo excepcionalmente debiera utilizarse. Si acaso para salvar vidas, no para acabar con ellas. Y aún hay en nuestro país personajes indeseables que hacen apología de su libre uso; personajes indeseables de grupos indeseables, con ideología indeseable, y carencia total de principios y valores. Hay gentuza para quien el principio es solamente un comienzo; y el valor, algo cuantificable y con el que poder especular. Como hay gentuza por la que no pasó la evolución, sino la mera involución que siempre resta a nivel especie.
Primavera incierta, de límites desdibujados y borrosos, que nos hace desear inventarla si la deseamos, porque ella de por sí no se nos ofrece, como tantas cosas auténticas actualmente. Qué tiempos más difíciles de vivir, y no hablo sólo de la climatología. Mismamente puedo referirme a este sólo con acento, que es adverbio, diferente por completo del solo adjetivo: desde siempre la tilde los diferenció, y lo encuentro necesario por completo; por más que la RAE eliminara hace años la distinción. Se ve que con lo de limpia, brilla y da esplendor, se olvidó de lo que es escribir bien, y facilitar que el lector lea bien… Así que igual nos queda seguir escribiendo correctamente, más allá de entidades y organismos obsoletos y llenos de mucha más gente anticuada que actualizada. O inventar, coger unas hojas y unas flores y componer una primavera que no nos inquiete con su falta de certeza y su extravagante devenir. Después de todo, todo será según nos parezca.