Hace ya bastantes años, mientras escuchaba las palabras de los pregoneros de mi época de alcalde, al tiempo de reconocer la calidad de dichas palabras, y el sentimiento de cariño hacia nuestra tierra que de ellas emanaban, me preguntaba como enfocaría yo el tema si en alguna ocasión fuera invitado a tal menester.
Yo sabía que no podía hablar de añoranzas, para bueno o para malo mis ausencias de Baza habían sido muy temporales, ningún año había dejado de disfrutar de sus frescas noches veraniegas o de padecer, sus escasos, pero tórridos días de finales de Julio o de sus fríos gélidos de los meses invernales.
En mis vivencias adolescentes, juveniles y maduras, era consciente de nuestras carencias de todo tipo, pero las soluciones, si las hubo, no las ví florecer de la noche a la mañana, en algunas participé, en otras no, pero todas precisaron de un tiempo y esfuerzo colectivo considerable. Para mí no eran, no podían ser, una explosión de júbilo, al comprobar después de una larga ausencia la existencia de unas instalaciones o formas de actuar que mejoraran la vida social, cultural, o de desarrollo de nuestra población. En todo, como actor u observador había visto la génesis, el desarrollo y la consecución.
En definitiva no podía añorar lo que había disfrutado o padecido durante casi todos los días de mi vida.
También sabía que no quería hablar de conquistas, de acciones bélicas, de héroes o heroínas históricas y menos aún el día que se anuncia el comienzo de las Feria y Fiestas, el día en que el pregonero invita a la población a olvidar sus pesares o frustraciones anuales y hacer un paréntesis de alegría y convivencia.
Y no quería hablar de hechos históricos, porque detrás de cada página gloriosa de los libros de texto, detrás de los nombres que recordamos a pesar del paso del tiempo, siempre hay personas innominadas que pagaron con su sufrimiento y hasta con su vida la consecución de tales conquistas o hechos históricos. No podía, no quería que el día en que el pregonero debía incitar al pueblo a la diversión, a la armonía y a la alegría, este mismo pueblo quedara ignorado en sus penas y perdidas mientras se exaltaban los valores de aquellos que casi nunca perdían ante cualquier cambio histórico.
En resumen de dos de los hilos conductores de muchos pregones, la añoranza o los hitos históricos, no podía o no quería hablar.
Entonces, ¿a qué me podía acoger para hablar de la singularidad bastetana?.
Baza, al igual que muchas poblaciones españolas, reserva el género femenino para dar nombre a muchos de sus enclaves geográficos más significativos. En nuestro caso, la Sierra, la Vega, la Atalaya , la Hoya, las Siete Fuentes, la Fuente del Alcrebite o de la Teja……también, insisto, igual que otras poblaciones, en la toponimia urbana nuestras plazas y calles son en su génesis del género femenino.
Entre los accidentes geográficos, solo hay uno importante que se salte la norma, el Cerro Jabalcón, perteneciente a nuestro vecino municipio de Zujar, pero enclavado dentro de nuestra Hoya. Esta es la excepción, este bello macizo, hierático, festero y eternamente vigilante de su harén, al que sin embargo, es incapaz de fecundar en su totalidad.
Esta es la excepción, todos los demás accidentes geográficos importantes son femeninos. Pero, como ya he reiterado, igual que otras muchas poblaciones españolas.
Entonces, ¿cuál es nuestra singularidad?.
Nuestra singularidad, son nuestros personajes más emblemáticos. Nuestras señas de identidad por excelencia.
La Virgen de la Piedad, Santa Bárbara y la Dama de Baza.
La trinidad femenina que nos representa, la que une a creyentes y no creyentes y que nos hace distintos, peculiares. Y que por lo tanto, configura con rotundidad nuestro más importante género.
Qué curioso, la más antigua, la más viejita, en nuestro conocimiento es la más nueva, la más joven.
Por eso, si hubiera sido invitado a dar un pregón, no hablaría de añoranzas ni de glorias históricas pasadas, hablaría del género femenino, hablaría de la mujer bastetana, tanto nacida como acogida.
Mi pregón iría dirigido a todas y a cada una de las mujeres bastetanas, a ese cincuenta por ciento de la población que en la vida real y cotidiana, a pesar de los avances de las últimas décadas, todavía no participa en las decisiones que nos afectan a todos, en la intensidad que les corresponde por capacidad y número.
Para ello, muy lentamente, pronunciaría decenas, centenas de nombres de mujer. Intentando que cada una de ellas se sintiera felicitada personalmente.
Empezando por los más bastetanos, a continuación los más clásicos, los más modernos, los identificadores de otras zonas de España, los familiares…como decía anteriormente cientos de nombres.
Después, dedicaría el pregón a las mujeres de cualquier condición, solteras, casadas o viudas y de todas las edades. Con respecto a la edad, habría hecho especial hincapié en las quinceañeras y en las abuelas. A las primeras, por lo que supone la ilusión de los primeros tacones, de las salidas, ya por fin, sin tutela familiar, o de esos churros de madrugada amenizados con las risas de la pandilla. Y a las abuelas de mi quinta y más jóvenes, por ser capaces, a la vez, de escuchar, recordar y aconsejar. Escuchar y aconsejar con sonrisa de compresión y cariño, escuchar esos sentimientos tan profundos y eternos que se sienten a los quince años, empatizando con ellos, pero al tiempo aconsejando con la sabiduría de la propia vida. Pero esas abuelas, mientras escuchan y aconsejan con su sonrisa cariñosa y enigmática, recuerdan sus propias ferias, la caseta municipal de la Alameda, los conciertos de la Alcazaba o aquel muchacho simpático que le hacía reír, pero que no le llenaba, o aquel otro del que si se enamoró pero que con el paso del tiempo todo se desmoronó, y por supuesto con él que formó una familia felizmente enamorada. O la otra, que después de conseguir la felicidad familiar, tuvo que acudir al divorcio para recuperar su libertad y autoestima, y a esas otras mujeres luchadoras, abuelas o no, como las que defendieron su orientación sexual distinta ante el rechazo y la incomprensión social, o a las que por dedicación a lo público, lo social o la familia, renunciaron a la familia tradicional, a pesar de conocer el amor. Si, a las abuelas, a las mujeres de mi quinta o más jóvenes, esas que todavía se atreven a bailar en feria al ritmo melódico de Adamo, Tom Jones o Leonard Cohen o marcarse con estilo el Rock de la Cárcel de Elvis, o seguir con acierto y espíritu juvenil los ritmos ye-ye de los Brincos o los Bravos. Y capaces de volver a subir a la Alcazaba, para volver a recordar y emocionarse oyendo a Serrat cantar Mediterráneo, Lucía o Cantares o a Miguel Ríos con Bienvenidos, Vuelvo a Granada o el Himno de la Alegría. Pero insisto, el pregón habría ido dirigido a todas las mujeres, de todas las edades, de todas las condiciones, de todas las orientaciones.
Por último, en mi no nacido pregón, hubiera dicho algo sobre política local actual. Habría reclamado para mi amigo y compañero Manolo Gavilán, dos mandatos más, ocho años más, para que pudiera desarrollar todas las ideas sobre las prioridades bastetanas que almacena en su zurrón político. Inmediatamente, habría añadido que pasados esos ocho años, Baza necesitaría hacer un gesto, Baza tenía que mirar a ese género que nos representa, Baza tenía que pensar en esas mujeres tratadas injustamente por la historia.
Por ello, después de ese periodo de dos mandatos más de Manolo Gavilán, Baza necesitaría una alcaldesa.
Creo honestamente que ya toca.
Ya toca corregir injusticias históricas.
Ya toca escribir la historia con igualdad entre los géneros.
Evidentemente, cuando hablo de la necesidad, en un futuro cercano de una alcaldesa para Baza , por mi ideología, me refiero a una alcaldesa socialista.
Diego Hurtado Gallardo. Septiembre 2021.