Por Lola Fernández Burgos.
En este difícil tiempo que nos está tocando vivir, podemos decir que cada día nuevo es uno más y uno menos, como la vida misma, por otra parte. Cada vez que salgo por necesidad a la calle, tengo la sensación de que fuera uno de esos domingos o días de fiesta en que madrugas y te encuentras las calles desiertas, sin coches ni personas, porque aún no se levantaron tras una noche de salir hasta tarde o de simplemente acostarse después de lo habitual. Aunque ahora hay un componente nuevo y diferente, el miedo. Miedo ni se sabe a qué, pero miedo al fin y al cabo; una sensación desalentadora que espero se vaya tan pronto se levante este obligado encierro, que empieza a dar los objetivos deseados referentes a esta pandemia. Cuarentena, confinamiento, encierro, llamémoslo como gustemos; pero quedarnos en casa sí o sí, y sentirnos privilegiados si contamos con balcones, o terrazas, o jardines. Y no dejo de pensar en vivir esto con críos y crías, que entenderán más difícilmente que los adultos todos los cambios a los que se ven sometidos: sin ir a clase, sin salir al parque, sin poder estar con los amigos, etc. Aunque lo cierto es que ahora los niños y los adolescentes pasan mucho menos tiempo en la calle que lo hacíamos nosotros. Escuchaba a una madre decir que le costaba retener a los hijos en la terraza tomando el sol cada vez que se puede, porque antes de los veinte minutos que ella los quería allí, siempre se quejaban de que fuera no tenían buena cobertura. Y es que el móvil y la tablet son elementos y compañeros de ahora, que nosotros desconocíamos, y que sustituyen hoy en día a muchas de nuestras horas fuera de casa y nuestras relaciones infantiles y de adolescencia y primera juventud.
Sin embargo, qué magníficos inventos están siendo el smartphone y la tablet en esta delicada y difícil situación que nos vemos obligados a pasar como mejor podemos y sabemos. Cuando se tiene lejos a los seres queridos, y además se sabe que algunos están pasando esto a solas, qué maravilloso es poder hacer una videollamada y encontrarte de repente sus rostros en la pantalla y poder compartir un rato con ellos cada día. Hay funciones de estos inventos nuevos que antes nos parecían bobadas y que ahora adquieren una nueva dimensión y nos parecen auténticas bocanadas de aire fresco, que a día de hoy es un bien muy preciado. Por ejemplo, cuando los bares están cerrados y no puedes reunirte con las amistades con que acostumbras salir a tomarte unas cervezas, ya hay mucha gente que realiza videoconferencias grupales y comparten birras y risas a través de las pantallas. Y es que cuando lo presencial nos está vedado, lo virtual adquiere su auténtica dimensión relacional. Por eso mismo creo que muchas de las cosas nuevas que ahora estamos experimentando, harán que cambiemos algunos conceptos para incorporar una serie de novedades a un futuro no muy lejano en que podamos salir con normalidad y relacionarnos y viajar como siempre. Aunque esto va a durar todavía un tiempo, y cambiaremos despacio y progresivamente, de eso no me cabe ninguna duda. Hay que estar preparados y ser fuertes y no desanimarnos; inventar día a día una alegría que necesitamos como el aire que respiramos, y quedarnos con las cosas buenas y positivas,