Autor: Diego Hurtado Gallardo
En estos días cercanos a la finalización de la Semana Santa y una vez elegido el nuevo Pontífice, pensaba – reflexionaba sobre cómo sería el perfil humano de Jesucristo si viviera hoy día.
Antes de entrar en ello, haré unos breves comentarios sobre el recién ungido Papa Francisco. Mis comentarios además de breves y cargados de ignorancia, solo los enfocaré desde un plano social – humano.
De principio diré que me agradan la sencillez y las primeras palabras del Papa. Los gestos, si son sinceros, nunca son superfluos. El rechazo al excesivo boato, junto a la suave pero al tiempo, firme crítica al inmovilismo de la Iglesia, reclamando que el paso de ella, se acomode al de la sociedad actual si no quiere perder peso e influencia, abren una puerta nueva a la esperanza de un cambio necesario. Me da la impresión que el Papa Francisco pretende sustituir el hacer endogámico actual, por otro de carácter más misionero y por lo tanto más cercano a los problemas y necesidades de la sociedad que sufre. Si es esa su intención bienvenida sea.
En otro orden de cosas también diré que me ha llamado la atención que un jesuita, adopte el nombre de Francisco, en honor de Francisco de Asís, fundador de los franciscanos.
Desde la superficialidad de mis conocimientos con respecto a las órdenes religiosas, he de reconocer, que los jesuitas siempre me han llamado la atención. Tildados, con razón, de elitistas en contraposición con ello, en Sudamérica en la época imperial española, realizaron la labor más social, menos elitista, más comunitaria que se podía uno imaginar en aquellos momentos y en siglos posteriores. Sus famosas “reducciones “, fueron un ejemplo de defensa de los indígenas, de los débiles, de los derechos humanos de los desposeídos, en clara confrontación con las clases dirigentes dominadoras y explotadoras de aquellos lugares. Clases dirigentes que en otras zonas o épocas, ellos formaban en sus exclusivos centros educativos. Contradicción que también se observa en sus relaciones con gobiernos de distinto signo político y área geográfica. En ocasiones protegidos, en bastantes otras expulsados y requisadas sus propiedades, tanto en América como en Europa, tanto por gobiernos absolutistas y conservadores como por otros liberales o progresistas.
Por último, recordar el gran apoyo prestado por eminentes jesuitas a la Teología de la Liberación a partir de la década de los 70 del siglo pasado.
¿Firmeza en los principios o contradicción ?.
No lo sé.
Lo que sí sé que me agrada es el maridaje, al adoptar el nombre de Francisco, entre los jesuitas clasificados de elitistas y los franciscanos reconocidos como los defensores de los pobres y desposeídos.
Retomemos los pensamientos – reflexiones sobre cómo podría ser hoy día el perfil humano de Jesucristo.
He de reconocer que me fue mucho más fácil, visualizar quien hoy día, en el año 2013 no se parecía al Jesús – hombre que tantos mensajes y enseñanzas liberadoras aportó a la sociedad de su época.
No veo rasgos de Jesús en el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu; ni en el expresidente de la patronal Gerardo Díaz Ferrán, ni en los beneficiados fraudulentos de los ERES de Andalucía, ni en el Presidente de la Conferencia Episcopal Rouco Valera, ni en los maltratadores, ni en Luís Bárcenas, ni en los terroristas, ni en los falsos mesías, ni en el Bigotes, ni en los populistas, ni en Correa, ni en ninguno de los empresarios y políticos implicados en la trama Gurtel, o de las varias tramas de corrupción detectadas en Cataluña.
Para mí, hoy día y antes, no se parecen en nada a Jesucristo los intolerantes, los manchados con sangre inocente, los que anteponen su lucro inmoral al derecho legítimo de su subordinado, los que practican el culto al dios – dinero, los insensibles ante los dramas de los demás, los nacionalistas excluyentes, los poseedores de SU verdad absoluta, los que no dudan, los que no tienen tentaciones, los perfectos, los soberbios con los humildes y serviles con los poderosos, etc., etc.
¿ Y quiénes hoy día pueden parecerse a Él ?.
Dada la compleja amplitud de las condiciones del personaje en estudio, encontrar a alguien equiparable, parece de antemano tarea casi imposible. Me limitaré a citar, algunos de los que a mi entender, tienen alguna de sus condiciones y podrían ser los Cristos de hoy día.
Por su sufrimiento diario el carpintero padre de familia, parado y con una orden de desahucio pendiente de ejecutar.
Por su resignación el enfermo terminal que sabe dar ánimo a las personas de su entorno.
Por su paciencia y generosidad, los abuelos, que una vez acabadas sus responsabilidades paternas, tienen que volver a ser el sostén y el apoyo económico de sus hijos y nietos.
Por su sentido ecuménico e integrador de las distintas Iglesias a Juan XXIII.
Por su tenacidad y amor al prójimo, a religiosos y miembros de ONGs repartidos por el mundo intentando mejorar la vida de las personas necesitadas.
Por su estoicismo al soportar la estigmatización injusta de su trabajo, a miles de empleados y cargos públicos entregados al bien de la población en general por encima de sus obligaciones.
Por su sentido de cambio y revolución a todas las organizaciones ciudadanas que intentan cambiar las estructuras de una sociedad injusta y desigual.
A los niños que les hemos robado su vida, su formación, su alegría, su infancia obligándoles a trabajar antes de tiempo.
Por su desarraigo afectivo, al emigrante que tiene que abandonar todo lo querido de su entorno, por culpa de una distribución injusta de la riqueza.
Tienen algo de Cristo, los pobres, los pacíficos, los que sufren, los que padecen injusticias, los que son capaces de perdonar , los que saben pedir perdón, los que se entregan a los demás, los íntegros, los que no discriminan, los tolerantes, etc., etc.
Evidentemente, estas clasificaciones, están moduladas o escoradas no por el efecto de mi imagen, sino por la parcialidad de mis convicciones.
Este artículo fue escrito en Baza, en el mes de abril de 2013.