Por Lola Fernández.
Nosotras, mujeres, femenino plural, al igual que desigualdades, discriminaciones, reivindicaciones, y un largo etcétera absolutamente masculino singular. El feminismo es una lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, no es ninguna fiesta, porque no hay nada que festejar, la verdad. Cada vez estoy más ajena a que se viva el Día Internacional de la Mujer como una celebración festiva. No ha lugar a bailes y cánticos, porque para luchar hay que ponerse muy serias: nos matan, nos marginan, nos invisibilizan, nos maltratan en todos los sentidos, nos cierran el paso con un patriarcado indeseable; entonces, de qué va la cosa para tanto festejo. Sólo cabe gritar que ni una muerta más, ni una indecente desigualdad más, ningún tributo de servilismo a pagar por ser mujeres…, y eso es más efectivo en una manifestación, que en un escenario. Ya está bien de llamar fiesta a los días de lucha… Hay que salir a la calle, mujeres y hombres de bien, contra el machismo, para impedir que obstaculice o acabe con un muy difícil avance en derechos igualitarios, y para dejar muy claro que no podrán con nosotras, por mucho que se emperren.
Es peligroso, y sibilino, querer enmascarar las demandas de las mujeres hablando de realidades que nada tienen que ver, como, por ejemplo, el sempiterno comodín de la familia. Como es una pena que entre las mismas mujeres impere aún, en demasiados casos, los discursos machistas y ese absurdo compadecerse de los pobrecitos de los hombres, perdidos ante la voz feminista que nadie va a lograr acallar. Cuál es exactamente el problema que puede tener un hombre porque una mujer tenga los mismos derechos que él: ninguno, a no ser que, en el fondo, no quiera que se dé esa igualdad. Por supuesto que vivir sin exigencias y al mando debe de ser más agradable que tener que compartir y ser corresponsable, pero eso es algo que tendría que darse naturalmente, sin enseñarse, porque para los privilegios ninguno necesita orientación, así que no encuentro motivos para tanta ayuda al hombre por el avance en derechos de las mujeres. Nosotras no queremos nada que no nos corresponda, y es una supina idiotez confundir la reivindicación feminista con un supuesto deseo de que el poder pase a las mujeres. No queremos ser iguales, porque, afortunadamente para hombres y mujeres, somos diferentes; tampoco queremos ser más que los hombres, para qué; pero desde luego lo que tenemos muy claro es que no queremos ser menos. O sea, no queremos tener menos oportunidades, menores salarios por el mismo trabajo, más difícil acceso a puestos directivos, más obligaciones familiares con respecto a la casa y los hijos, etcétera.
No entiendo que algo tan sencillo como la igualdad, pero la de verdad, esa que llaman real y efectiva, esa que no se ve por ninguna parte, sea tan complicada de vivirse, a no ser que todo se complique porque los hombres no la quieran, así de simple. Porque no veo que sea imposible entender y asumir, amén de practicar, que todo es una pura cuestión de respeto y de no dejar que la línea divisoria entre géneros se convierta en una frontera. La respuesta está en vernos, todos y todas, como personas, y tratarnos mutuamente como a tales; así será indudablemente más fácil convivir en igualdad, con la debida consideración hacia el otro, siempre diferente, pero nunca más o menos porque haya nacido hombre o mujer.