Por Lola Fernández.
Que los ingleses no sepan
cómo leer algunas palabras la primera vez que las ven en un texto, siempre me ha parecido curioso; como me ha sido de gran alivio conocer que con el español nunca pasa eso gracias a las tildes. Por éstas, siempre vamos a saber leer correctamente una palabra, aunque nunca nos hayamos topado con ella, y sin necesidad de saber su significado o etimología. Por eso, que algunos tengan la osadía de hablar de elitismo en el uso de los acentos ortográficos me parece una soberana tontería. La cultura no ocupa lugar, dicen, y por fortuna está al alcance de todos y todas gracias a una educación pública; algo muy alejado de aquella cultura casi exclusiva de monjes y clérigos allá por la Edad Media. Entonces sí se podía hablar de elitismo en el acceso a la educación, y en la adquisición del conocimiento y el aprendizaje basado en la lectura de libros; pero hoy no es ningún privilegio escribir y leer bien, y la Real Academia Española no puede nunca influir negativamente en su velar por la correcta utilización de la lengua. Y eso fue lo que hizo hace 13 años, cuando eliminó la tilde que diferenciaba el solo adjetivo del sólo adverbio, así como en los pronombres demostrativos. Decir que podemos escribir solamente para que no haya ambigüedad es tanto como obligarnos a no escribir lo que nos dé la real gana, con el único requisito de hacerlo correctamente. He escrito ese feísimo solamente más en estos 13 años que en el resto de mi vida, y me ha molestado mucho que me dijeran que escribía mal si ponía sólo con tilde, como he seguido haciendo usualmente; así que me encanta que pueda volver a hacerlo sin que nadie me pueda decir nada.
Es que si sobran las tildes, podemos decir que igualmente sobran las haches, por poner un ejemplo: qué necesidad hay de diferenciar entre ha, a y ah, pudiendo poner siempre a y fin de mayores consideraciones… Y después por qué no continuar acabando con la distinción entre v y b, o escribir al modo del Nobel Juan Ramón Jiménez que usaba la jota para escribir ge o gi… En fin, me he hartado de leer y escuchar estos días chorradas acerca del asunto, y tengo muy claro que hay temas de los que paso por completo. A mí me basta en este caso con que me dejen escribir bien y entender un texto sin tener que releer para ver el contexto, y que cada cual haga lo que quiera, faltaría más. Por otra parte, me preocupa mucho más saber que hoy han rescatado una patera llena de inmigrantes frente a la costa de Motril. Lo cual me hace sentir orgullo de mi país, como vergüenza siento por otros que dejan morir a decenas de personas, niños incluidos, a escasos metros de la orilla, después de jugarse la vida durante kilómetros y kilómetros con el único interés de vivir mejor, o de simplemente sobrevivir. Así como envidio esos países cuyas grandes fortunas aportan voluntariamente un extra económico en tiempos de dificultades para ayudar a la inmensa mayoría de la gente, que malvive en momentos de crisis y trata de salir adelante. Nada que ver con Ferrovial, que se ha embolsado mucho dinero gubernamental en ayudas públicas, y ahora pretende trasladar su sede social a tierras holandesas y pagar allí sus impuestos. Esto es algo que me indigna y me hace sentir vergüenza ajena, tanto como ver que desde Europa no hacen sino subir el interés del dinero, cuando los bancos están ganando más que nunca y unas cifras que engordan a base de hambre ajena. No entiendo nada: con lo que ganan los bancos y se les ayuda encareciendo el precio del dinero que usan sus clientes, sin hacer nada para frenar la cotización de un euribor que dispara la cuota que hay que pagar mensualmente por las hipotecas variables. A ver, ante estas injusticias y sinvergonzonerías, lo de usar una tilde aquí o allá me es insignificante, como comprenderán.