Por Lola Fernández.
Hay estados de desasosiego y malestar que nos acechan y nos disgustan casi sin que nos demos cuenta, como hay algunas cosas que sin explicación nos transmiten tristeza y una sensación indefinible de soledad. Puede que ahora que llevamos demasiado tiempo con una sequía que empieza a ser preocupante, el que caiga la lluvia sea más un motivo de alegría que de otra cosa, pero, por lo general y quitando coyunturas diversas, que llueva suele llevar aparejada cierta melancolía, de esa que inspira a los poetas y les lleva a crear bellos versos cuyas raíces profundas se hallan en la aflicción. Hay pinturas que nos provocan congoja y pesadumbre, como todas las de la época azul de Picasso; y otras que directamente son pura soledad, y que parecen estar pintadas no al óleo, sino a la nostalgia y a la añoranza. Se me vienen a la cabeza muchas obras de Van Gogh, cuya esencia misma es la más pura soledad; o prácticamente toda la obra pictórica de Andrew Wyeth, como la que acompaña este artículo. Desazón es lo que me provoca conocer la situación de soledad que sienten los mayores, y los no tan mayores, pero especialmente los primeros, según he estado leyendo tras las estadísticas de los estudios que cada poco tiempo y con toda la frialdad nos traen a primer plano realidades escalofriantes. Hay muchísimas personas mayores, tanto mujeres como hombres, que viven solos y no tienen con quien hablar; algo que puede parecer insignificante pero que si se piensa un poco se vislumbra que es terrible. El silencio puede estar bien en ocasiones, especialmente si es elegido para huir un rato del ruido circundante; pero no tener a nadie para compartir el día a día, y comentar la vida misma, eso puede llegar a ser insoportable, y, de hecho, puede ser la causa de serias enfermedades que acarrean la muerte. La soledad es una muy mala compañera, y si es algo que se siente incluso rodeada de gente, no es difícil imaginar lo terrible que es cuando no hay nadie que te rodee.
Los mayores se van quedando solos poco a poco, conforme van muriendo sus amigos, familiares, conocidos. Mucho peor es cuando muere la pareja, se tengan o no hijos, porque ya se sabe que en esta sociedad, aquí y ahora, no es raro acabar en una residencia incluso teniendo muchos hijos. Pienso que cuando un hombre se queda solo es aún peor que cuando es la mujer la que enviuda; no debiera ser así, pero lo más frecuente es que los hombres sean mucho más dependientes de sus mujeres, y muchísimo menos autónomos para vivir solos. Pero más allá de eso, mujeres y hombres mayores se encuentran tan solos que para hablar tienen muchas veces que llamar por los dispositivos que tienen en casa para el caso de problemas sanitarios. Dichos dispositivos son muchas veces más atentos con ellos que los mismos familiares, si es que se tiene familia; así, llaman a los usuarios para desearles un feliz cumpleaños, o para saber de vez en cuando cómo se encuentran, al tiempo que contestan solícitos cuando los mayores se sienten tan desesperados que pulsan el botón no porque tengan algún problema médico, sino con la sola intención de tener un poco de conversación, aunque sea con alguien a quien no conocen, cuyo rostro nunca verán, y cuya mano jamás estrecharán, pero que les proporciona una bocanada de aire fresco hablando un ratito con ellos. Creo que debiéramos tener todo esto en cuenta, y ser amables y pacientes cuando nos encontramos a alguien que aprovecha el encuentro para conversar un poco; no tengamos prisas, y recordemos que es muy triste y de una enorme soledad que haya una sola persona, y hay muchísimas, que solamente cuente con un frío dispositivo en casa, si es que lo tiene, que le llame en estos días para preocuparse por su salud y desearle unas felices navidades.