Por Lola Fernández.
¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul, / ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú. Así dicen unos versos de Bécquer en sus famosas Rimas. Un poeta excelso que a los amantes de la lírica nos parece un referente poético imprescindible. Más allá de esta identificación de amada/poesía, incluso mucho más allá del concepto de género literario que se manifiesta en la belleza o el sentimiento estético a través de la palabra, sea en verso o en prosa, a veces me parece más fácil hablar no ya de lo que es la Poesía, sino de lo que no lo es. Por supuesto que, por desgracia, son malos tiempos para la lírica, pero lo que a veces siento es aún peor, porque pareciera que estamos en una época, y no precisamente estacional, que podríamos tachar directamente de antipoesía.
Porque antipoesía es el cargado ambiente político en que grupos anticonstitucionales y antidemocráticos empañan de fascismo el panorama, con auténticas cacerías políticas contra políticos, y políticas especialmente, no afines a sus proclamas populistas intolerables, y que me parecen absolutamente condenables por cualquier persona decente. No todo vale, aunque no les importe y hagan caso omiso de las normas de convivencia, y no ya solo política, tiñendo de ordinariez, mala educación y desvergüenza la sociedad nuestra de cada día, y los lugares sagrados de la representación popular. Tolerar a quien no tolera puede estar muy bien, pero lo que procede con quien pretende cargarse la democracia es la ilegalización sin miedos y sin demora.
Como antipoesía es lo que veo cada día en nuestra ciudad, esta Baza a veces tan maltratada. Cómo puede ser posible que los jóvenes estudiantes dejen en los recreos una huella de basura, que les van recogiendo los limpiadores municipales, cuando junto a ellos hay papeleras y contenedores para que disfruten sin tratar mal los lugares que no son solo suyos, sino de todos los demás que después de irse vemos basura allí donde debiera haber la limpieza que encontraron… Propongo que en vez de ir detrás limpiando, se les enseñe a no ensuciar, porque ya son grandecitos y debieran saber que el aspecto de nuestras calles y plazas dicen mucho de los habitantes de la ciudad. Nada más incoherente que ver, por un lado, a trabajadores municipales pintando los bancos para renovar su aspecto, mientras, por otro, los jóvenes en vez de sentarse los pisan y los transforman en su estercolero particular. En la fotografía que acompaña el artículo no se refleja en toda su extensión del deplorable aspecto que queda después de los recreos, pero los limpiadores municipales, los mismos que cuando se van los estudiantes a seguir formándose, quitan tanta basura con su escoba y recogedor, ellos pueden dar fe de lo que digo, a la vez que cualquiera que se pasee por Baza a determinadas horas. En su formación no digo ya que habría que incluir un poco de poesía, pero sí directamente valores como respeto al prójimo y el amor a lo propio. Porque los parques, las calles, las plazas, todos son de todos y para todos, tanto como la paz social y no un sentimiento de camorra perpetua y de maltrato continuo a las personas y a las cosas. Y si después se tiene la suerte de saber apreciar el valor de la Poesía, mucho mejor; aunque me temo que eso ya es tanto como pedir la Luna.