Por Lola Fernández.
Ha muerto Spiriman, víctima de un cáncer de pulmón que ha acabado con su vida en apenas dos años. Toda muerte provoca tristeza, por lo general, porque si se muriera Putin, por nombrar a un ser maligno, mi alegría sería inmensa; pero así, por lo general, las muertes nos ponen tristes, y más cuando son demasiado tempranas. Jesús Candel, el médico que sacó a la calle a todos los granadinos, sin importar la ideología política, hasta lograr revertir la fusión hospitalaria iniciada por la Junta de Andalucía en Granada capital, lo que se materializó en reabrir los hospitales ya cerrados de Traumatología y el Clínico, fue para mí desde el primer momento un ejemplo de valentía y fuerza en su lucha por la sanidad pública andaluza. No es la primera vez que escribo sobre él, pues le dediqué en su momento dos artículos, aunque esta vez es póstumamente, y queriendo decir algunas cosas que no puedo callar. Spiriman era un médico que desde dentro y por su trabajo veía cómo la sanidad pública se estaba desmantelando en favor de la privada, lo que ocasionaba que la ciudadanía estuviéramos, porque lo padecimos todos personalmente o con nuestros familiares, por sillones o camillas por los pasillos, durante las largas horas de pruebas hasta decidir si hospitalizar o dar el alta; o que tuviéramos que ir al otro extremo de la ciudad, al nuevo monstruoso hospital sin apenas aparcamientos y saturado completamente, mientras veíamos impotentes cómo cerraban dos grandes hospitales que siempre habían funcionado perfectamente. Me pregunto siempre qué querrían hacer con ellos, aparte de beneficiarse de su ubicación céntrica y accesible. El caso es que, pese a los deseos de la Administración y los gobernantes andaluces de aquel entonces, Spiriman, un humilde médico que sabía muy bien de qué hablaba, nos echó a todos a las calles hasta que se logró parar aquel sin sentido y volvimos a disfrutar de Trauma y el Clínico.
Esto fue así, aunque hoy lo nieguen por motivos de ideología política los que comulgan con los que entonces gobernaban. Y la pena es que los contrarios se apoderaron del personaje para hacerlo suyo, cuando lo cierto es que él hubiera hecho lo mismo aunque gobernaran PP, o Podemos, que ambos partidos quisieron infructuosamente contar con él en sus filas, en lugar de PSOE. Se ha querido convertir su acción en una contra Susana Díaz, y es absolutamente mentira. Lo que ocurrió es que todo el poder se unió para hacerle la vida imposible y desdibujar la verdad de su lucha, que no era otra que la de una sanidad pública. Y los que se llamaban socialistas, no sé muy bien por qué, mintieron como bellacos y no tiene nada de extraño que perdiera los nervios y los insultara. Lo llevaron a muchos juicios y curiosamente todos los perdió, oh qué raro en situaciones en que no se ve la separación de poderes por ningún lado, entonces como ahora, que lo malo no cambia por desgracia. A su muerte he tenido hasta que leer en El País, que su lucha fue por una sanidad privada contra la pública: cómo puede hacerse negro lo blanco por un carnet, no puedo concebirlo, de verdad, es vergonzoso. Si no fuera por puros intereses partidistas, ni unos lo odiarían tanto, ni otros lo amarían con pasión, por defender justamente lo que ellos mismos atacan. En fin, repito, de vergüenza ajena. El caso es que se ha muerto muy pronto un hombre bueno que aprendió demasiadas cosas malas por el camino, que fue, en aquellos momentos, hacernos comprender que no podíamos consentir que nos cerraran los hospitales cuando tanto los necesitábamos. Él no ganó sino para disgustos, lo cual tampoco es raro que le influyera en la salud. Ganamos todas y todos los granadinos, incluidos los que le dieron mala vida. Descanse en paz.