Por Lola Fernández
No puedo sino sentir vergüenza ajena ante unos partidos políticos que pretenden llegar al poder, se supone que para mejorar la vida de la ciudadanía, y jalean felices la ficticia, por un error, no convalidación de una norma legal que va contra la precariedad laboral de millones de españoles; especialmente una juventud que ve truncadas, por dicha precariedad, sus posibilidades de realizarse como personas que pueden tener una vivienda y formar una familia, entre otras cosas. ¿Qué festejan como idiotas: que se siga con unos contratos basura; que antes de hacer fijos a los trabajadores se les despida, y después se les vuelva a contratar temporalmente, siempre sin la continuidad que asegura una estabilidad proporcionada por contratos indefinidos? A qué tanta desvergonzada alegría, quedándose con el culo al aire al comprobarse que el Real Decreto ha sido convalidado por el Congreso… Es como cuando una diputada dijo aquello de que se j****, cuando se estaba hablando de los parados. Si el paro es un motivo de regocijo, no se puede ser representante de los ciudadanos y ciudadanas; y si se deja ver tan claramente que, siéndolo, se piensa así, los representados deberían ser implacables a la hora de votar, y no elegir a sus enemigos. No es ya una cuestión de política o de ideología, sino de supervivencia. No puedes aupar al poder a quien se ríe de tus necesidades, y se dedica a vivir del cuento, sin estar ahí en los tiempos actuales, que son muy difíciles y que exigen un trabajo en común de todos; no un sistemático bloqueo, sea para lo que sea. Cuando lo malo pase, no vayan a tener la desvergüenza de apuntarse a una contribución a superar las dificultades. La gente debería ser más agradecida, y tener memoria, no olvidando nunca quién trabaja por su bienestar, y a quién le importa sencillamente un bledo.
Malos tiempos, sí, en los que prevalece la bajeza y la falta de principios y valores. Con una sociedad en que han dejado de tenerse como referentes, las personas valiosas en los distintos ámbitos de la vida y su desarrollo diario. Ya no se escucha a quien destaca por su talento y por abrir caminos y hacernos mejores humanos. Mires donde mires, no se habla, no aparece, se invisibiliza a quien aporta algo importante. Antes teníamos referentes que eran, ni más ni menos, que ejemplos a seguir, pues sus conductas eran todo un estímulo para tratar de crecer como personas. En un campo, u otro, siempre había personajes importantes con quien identificarse, tratando de ser mejores. Hoy eso brilla por su ausencia, y, al igual que en vez de música se escucha, por lo general, pura basura, quien marca la tendencia conductual son personajillos incultos y sin talento. Ellos, desde Instagram y demás redes y plataformas sociales, se convierten en los influencers que de todo opinan, casi siempre sin tener idea de nada, ejerciendo una real influencia en sus seguidores; los mismos que los hacen millonarios viviendo del cuento, y solamente aspiran a parecerse a ellos. Malos tiempos, sí, en los que se valora a quien nada vale, y se menosprecia con la indiferencia a quien aporta algo interesante. Es algo para indignarse y siempre me hace pensar que, más allá de las lógicas diferencias respecto a cualquier aspecto vital, no todo vale.