Por Lola Fernández.
En ocasiones me sorprenden ciertos debates que me parecen carentes de sentido, por muy recurrentes que sean, y tras los cuales hay verdaderos defensores cada uno de posturas enfrentadas en una controversia de lo más estéril. Son bastantes, pero me quiero referir hoy en concreto al que establece fronteras, profundas trincheras diría, entre ámbitos y conceptos referidos al artista y al artesano. Decir que un artista crea con fines estéticos, mientras el artesano lo hace con fines prácticos, es desdibujar la realidad. Incidir en el aspecto comercial frente al artístico en sí, es equivocarse otra vez. Hablar de talento natural o conocimiento de las técnicas, un poco más absurdo todavía. A ver, un artista puede tener mucho talento natural, pero si no conoce la técnica, difícil, si no imposible, le será crear y expresarse; pienso, por ejemplo, en un músico: si no conoce lo que es un pentagrama, o no sabe tocar un instrumento, le será tan improbable ser un artista, como es absurdo que un artesano conozca muy bien la técnica si no es capaz de sacar de sí la inspiración y el talento para crear una obra de artesanía. El artista aparte de expresarse, querrá comer también, y para ello habrá de comerciar con su arte, con lo que ya estará esfumando la separación con el artesano. Pero es que éste no se parece en nada a alguien que hace obras a miles, porque entonces habrá que añadir el concepto de industrial. Y además surge la noción del diseño, que pudiera ser el hilo invisible que une palabras y definiciones que andan tan juntas, que no hay por qué bifurcar sus caminos. Para mí que un artesano es un artista, y viceversa; y lo de obra única u obra múltiple también me parece una inútil diferenciación. Un pintor, por ejemplo, puede pasarse meses expresándose a través de innumerables variaciones de un mismo tema; mientras que un ceramista puede igualmente decorar de muy diferentes modos una serie de piezas que, si al principio son iguales, después resultan obras únicas. ¿O no conocen grupos musicales que hacen toda una carrera profesional con la misma canción, solo que no es la misma?
El arte, la artesanía, el diseño, descansan en algo tan sublime como es la creación. Puedes tener un árbol, por seguir con los ejemplos, y ante él un poeta puede escribir un bello poema, o veinte con él como inspiración y protagonista. O puedes tener a alguien que con una rama elabore un arreglo vegetal que adorne un evento, o le sirva para diseñar un motivo para un tejido o un papel. O puedes tener a alguien que con el tronco haga la más bella mesa para un diseño de interiores. Etcétera. Tan artista es el ebanista, como el pianista. ¿Y qué sería de un guitarrista sin un lutier? Pero ¿acaso no hay miles de excelentes violinistas cuyos nombres palidecen ante la mención del de Stradivari, siendo sus partituras, por magníficas que sean, insignificantes ante sus Stradivarius? Es que todos estos debates creo que siempre se olvidan de lo más importante, de la emoción. Si una obra no te emociona, de poco sirve el talento, la técnica o el marketing. Da igual cómo te llames; el calificativo que te coloquen; si hablan de arte, de oficio, o de beneficio. Si una obra, una creación, te transmite y ello es debido a la autoría de una persona, esa persona es un artista, más allá de otras consideraciones que siento absolutamente obsoletas. Y es tan sencillo como que allí donde haya emoción, hay arte: sensibilidad para expresar, y también sensibilidad para sentir lo que alguien quiere expresar, que en esto no puede darse una única dirección, aunque ese es ya otro tema.