Por Lola Fernández
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y, visto lo visto, pocas veces son. Resulta que aquí en Andalucía, a finales de este mes de octubre van a echar a 8.000 sanitarios contratados en plena pandemia; lo cual me parece una rara manera de agradecerles sus servicios en unos tiempos en que se jugaban la vida literalmente por prestarlos, con los ecos de las palmas diarias como muestra de agradecimiento. La ciudadanía aplaudía, y los políticos los largan, en una muestra más de la falta de sintonía entre la gente y sus representantes. Pero no es solamente el desagradecimiento, que es de bien nacidos ser agradecidos, es también que, para terminar de lucirse, lo hacen justo cuando empieza la campaña de la vacuna antigripal. Ah, y con el añadido del cambio de papel de los enfermeros en la asistencia sanitaria primaria, y con la creciente atención presencial tras pasar lo peor de la pandemia. Porque resulta que para acabar con la saturación de trabajo que sufren los médicos, ahora serán los enfermeros los que hagan lo que a ellos les corresponde y a un médico o médica no; por ejemplo, tomar la tensión, o dar un volante para que se te administre la vacuna antigripal. Esto de dar un volante es algo que me resalta año tras año lo absurdo y mal dirigido y planteado que está nuestro sistema sanitario a estos niveles: resulta que los políticos te cuentan, pues si es un político podemos hablar de cuentos, que lo que se pretende es vacunar a toda la población, no centrarse en grupos por edad o enfermedades crónicas que lo aconsejen. Pues bien, si eso es así, la primera incoherencia es que las vacunas se acaben casi antes de empezar; la segunda, pretender que, el médico antes y el enfermero ahora, haga una criba y decida si te toca o no vacunarte. Y lo peor de todo, y lo más incoherente, es que con tu volante te deriven al administrativo, que a la postre es el que te da la cita para poder vacunarte. A ver, si nos quieren vacunar a todos, que se dé la cita sin molestar a médicos antes y a enfermeros ahora. Que el administrativo no requiera de volante alguno, que ya quien te vacuna sabrá qué vacunas te corresponden o no, que para eso tiene el historial informatizado delante de sus narices.
Después de que los sanitarios en ejercicio están hartos de quejarse de que están saturados, de que no pueden realizar bien su trabajo en las condiciones actuales, de llevar dos años de infarto, van los señores políticos que ni escuchan a los ciudadanos ni atienden las demandas de los profesionales, y a ellos nadie los echa, oye, y deciden que 8.000 sanitarios se van al paro cuando más se les necesita, y que de refuerzos ni hablar. Un claro ejemplo de cómo quieren desmantelar día a día el sistema sanitario público, en lugar de afianzarlo y mejorarlo en las evidentes carencias que durante los peores tiempos de pandemia se tradujeron en miles de muertos. Dichas carencias, además, estaban provocadas por los recortes en sanidad de nefastos años de vergonzosa política que desatiende por completo el interés general y se dedica a fomentar la sanidad privada y el reparto de dividendos entre amiguitos. No, no aprenden, son muy tontos, o por el contrario, son muy listos, y se creen que los tontos somos nosotros, los que padecemos las consecuencias de su inquietante proceder. La cosa es que no hay nada nuevo bajo el sol, y que se sigue engañando al personal descaradamente. Y al final me quedo con la imagen tan de estos días otoñales, de unas castañas caídas del árbol con su belleza desparramada por los suelos. Pero ay, si son de castaños de Indias serán tan inútiles como algunos políticos, porque tienen igualmente mucha presencia, pero, al no ser comestibles, no sirven para nada. Tampoco. Al menos, dichas castañas pueden usarse para cosmética, que los políticos, ni eso.