Por Lola Fernández.
Se conceptúa el duelo como respuesta emocional ante una pérdida, y lo más sencillo y directo es equipararlo al dolor: un duelo, duele. No se me ocurre peor duelo que el luto, porque la muerte es la única pérdida definitiva, o al menos la más definitiva. Se van nuestros seres queridos, y sólo nos queda el recuerdo, la memoria; pero, en un primer momento, ellos, recuerdos y memoria, nos duelen más todavía, siendo necesario evitar pensar siquiera. Si algo nos ayuda a aprender qué es la eternidad, eso es la muerte cercana y que nos hiere directamente, a veces tiñendo nuestra existencia de muerte en vida. Pero ay, es del aprendizaje que nos sobra: hay cosas que no quisiéramos haber aprendido, que no queremos aprender. Porque nunca jamás se revierte la pérdida que nos hunde en el duelo, y, peor aún, en el luto. Sin embargo, hay muchas más pérdidas que las que ocasiona la muerte. Se pierde a nuestros ojos la belleza de un paisaje, de un lugar; se quedan nuestros sentidos todos sin unas sensaciones que los embriagaban; desaparece el placer cerebral de unas emociones directamente nacidas del corazón, como una fuente de placer que inundaba nuestros días. Se podría decir que la vida es duelo, porque todo lo que nos hace felices se va quedando en el camino.
Decimos siempre que solo se vive una vez…, pero me encuentro con una viñeta de Snoopy, y su autor, a través de su personaje, esboza una interesante idea: lo que ocurre es que solo se muere una vez, porque vivir, lo que se dice vivir, es algo que hacemos todos los días. Es verdad, cada nuevo día es una oportunidad para espantar dolores y duelos, y dedicarnos, conscientes o inconscientes, a la maravillosa tarea de vivir. Y eso es lo que debiera ocuparnos, reinventar la vida cada nuevo despertar, y dejarnos de tristezas y penas. Lo irremediable no tiene solución. No se puede una dejar vencer por bucles de pérdidas para siempre. Ese concepto, siempre, es bastante malévolo, y araña por dentro. Porque resulta que lo bueno y bonito, nunca es para siempre; pero lo malo, ay… Así que menos conceptos, menos ideas, menos elucubraciones. A veces es preferible dejarse de pensamientos profundos y reflexiones, y dejarse arrastrar por la vida, como si fuera un río y la corriente nos llevara sin tener que cansarnos en nadar; y mucho menos, contracorriente. Porque si la vida es duelo, que lo es, por algo tan simple y elemental como que cada día vivido es un día menos que nos queda por vivir, mejor olvidarnos de eso. Ahora que empieza a hacer calor, vamos a bañarnos en un río, o en el mar, y no pensemos en nada que no sea gratificante. Si total, son cuatro días…