Por Lola Fernández.
Mañana me vacunan, y he de reconocer que he sido tan mudable, con respecto a la vacunación, como lo hemos sido todos, o casi todos, según han reflejado las encuestas a lo largo del tiempo, desde que se habló de empezar a vacunar hasta el día de hoy. Pero es que antes siquiera de tal inconstancia, he de señalar mi desconfianza previa a la misma posibilidad de tener una vacuna tan pronto, y tan eficaz en términos de inmunidad frente al coronavirus. En un principio leí a diferentes virólogos que afirmaban que no podría haber una vacuna antes de un lustro; y es evidente que no han sido necesarios, ni mucho menos, cinco años, pues ya a finales del año de la covid-19, en diciembre del 2020, se empezaron a administrar las primeras dosis a los afortunados, y valientes, que todos conocimos, pues era motivo para abrir los noticiarios mundiales. Recuerdo muy bien el comentario casi general de yo no me vacunaré hasta que no lo hagan otros, y a ver qué tal va… Era ignorar que una vacuna no se aprueba hasta estar ya probada, pero en aquellos primeros momentos esa era la tónica. El temor a ser cobayas con las que las diferentes farmacéuticas experimentaran, creo que cesó tan pronto como trascendió que había políticos y gente con poder que se saltaban el orden preestablecido y se vacunaban. Ni ellos mismos hubieran podido imaginar una campaña más efectiva y rápida, mas lo cierto es que en las encuestas se vio un instantáneo salto cualitativo a favor de ser vacunados. La explicación va más allá de la sola sociología, y habría mucho que hablar sobre ello; pero no aquí y ahora.
Y después de un estar a favor o en contra de ser vacunados, pasamos a otra etapa en esto de la vacunación: por un lado, estar atentos a qué grupos serían prioritarios, y tener más opiniones que las emitidas para conformar una ideal selección nacional de futbol; y por otro, expresar nuestras preferencias acerca de una u otra vacuna, entre las cuatro que, a día de hoy disponen de autorización en España en esta lucha contra el virus. Está claro que no solo los ciudadanos hemos ido cambiando en estos asuntos, porque lo hicimos en paralelo a lo que decidían las autoridades en la materia; que también han tenido las lógicas dudas ante cómo se iba desarrollando todo, por aquí y por allí, pues se trata de una pandemia, y España no fue nunca por libre, sino de acuerdo a la Comunidad Europea. Así que mientras se decidían, y deciden, porque los cambios son la norma, los grupos más necesitados, hasta llegar a que sean por periodos de edades, hemos visto bastantes dudas, incoherencias, y desaciertos. No es raro, pero es así; y respecto a la vacuna específica a administrar, más lio todavía. Ahora mismo hay mucha gente a la que se administró una dosis y la segunda está en el aire por suspensiones sobrevenidas; gente a la que no se le administró, por el mismo motivo, y está a la espera y sin saber nada. Hay grupos de edades que se quedaron como en el limbo y a la espera siguen. Y grupos de riesgo que se solapan con el factor edad, para mayor jaleo. Pero el calendario de vacunación prosigue persiguiendo la inmunidad grupal, que es un término que me gusta mucho más que el de inmunidad de rebaño; y al final, lo que ha pasado es que, más allá de dudas y temores, quien más quien menos está deseando ser vacunado, y ser llamado para ello es un motivo de gran alegría. Eso es al menos lo que me ha ocurrido a mí, que estoy tan feliz y sin miedo ninguno; contenta de ser vacunada en primavera, tiempo de lirios y demás preciosas flores, a la espera de que sin pausa caminemos entre todos a la llamada nueva normalidad, que será diferente a la normalidad a secas, pero mucho más relajada y tranquila que estos tiempos de pandemia sin vacuna. Ah, y sin olvidar que estas vacunas son estacionales; o sea, que el año que viene, vuelta a empezar. Pero será mucho más fácil y rápido que ahora, de eso no me cabe la menor duda.