Por Lola Fernández.
Decir Málaga es decir historia y mar, puerto y jardines, montañas y valles, agua, piedra y arte. Es recorrer el rastro de fascinantes culturas milenarias con sólo dar un paseo, porque se trata de una de las ciudades más antiguas de Europa, y así, sólo en su Cueva de Nerja alberga las pinturas rupestres más antiguas de la humanidad. Málaga son los montes cuajados de almendros, y la Costa del Sol, donde ya había turismo del mejor cuando era algo de unos pocos privilegiados o de extranjeros: Benalmádena, Fuengirola, Marbella, Torremolinos, por nombrar unas pocas localidades costeras. Es la comarca de la Axarquía, y la Serranía de Ronda, con esa maravillosa ciudad abrazada al Tajo, un desfiladero que es un monumento natural a la belleza. Y es El Valle de Antequera, con su Peña de los Enamorados, sus dólmenes y el mágico Torcal. Son los acantilados de Maro, y el Balcón de Europa en Nerja, y la Laguna de Fuente Piedra, con sus flamencos. Málaga son las playas, las calas, los espetos de sardinas en las brasas de una barca en cualquier orilla. Son sus parques y jardines, con una riqueza botánica que te enamora y fascina; las biznagas, con los jazmines sobre cardos secos; y el monumento al cenachero frente a su puerto de bulliciosos muelles, como homenaje a quienes vendían pescado fresco en un cenacho de esparto a los hombros. Es la Manquita, esa catedral inacabada con una sola torre, y sus mil maneras de pedir un café; amén de un clima tan amable y cálido como sus gentes. Aunque también hay que padecer el terral, especialmente en verano, con lo que se añade un plus de calor, llegado directamente desde África. Siendo una de las ciudades más importantes del país, es conocida mundialmente por haber nacido en ella Pablo Picasso. Su casa natal y el Museo Picasso, junto al Museo Carmen Thyssen, conforman una atractiva oferta para los enamorados de la pintura, en un enclave sin igual. Pero estos son sólo 2 de los 30 museos malagueños, pues no en vano se habla del centro histórico con mayor densidad museística.
Málaga es una preciosa ciudad a orillas del Mediterráneo, a cuyos habitantes se les llama boquerones, y es fácil adivinar por qué, con un barrio marinero, El Palo, por citar uno, que conserva toda la tradición pesquera y es la oportunidad de disfrutar del mejor pescado, con sus peculiares subastas ya en la mesa; o sus inolvidables moragas, que no son sino reuniones de amigos en las playas al caer la noche. Porque Málaga es modernidad, con una muy numerosa población de extranjeros que copan pueblos y zonas por completo (esos carteles de Se habla español, lo dicen todo), sin olvidarse de las tradiciones. Famosos son los burros taxis de Mijas, y la Farola de Málaga, porque faros ya hay muchos, pero en femenino muy pocos. Como célebres son sus vinos y su Festival de Cine; y esa calle Larios, cara donde las haya, pero centro neurálgico testigo y protagonista de todo lo importante que en la ciudad acontezca, incluida su feria; sin dejar de citar ese Pasaje de Chinitas, con su famoso café del mismo nombre, al que ya Lorca nombraba en sus versos. Quien come y bebe en Málaga sabe que allí todo es de primera, para todos los gustos y para todos los bolsillos, pero con una única calidad, la mejor. Vamos, que allí es difícil que te quedes esmallao: deliciosos los molletes de Antequera, el ajoblanco, el gazpachuelo, los boquerones fritos, la porra antequerana, la fritura malagueña, el plato de los montes (o huevos a lo bestia), y un exquisito etcétera que da sabor a una gastronomía variada y rica; o mejor dicho, riquísima. Y para acompañar tanto plato bueno, nada como brindar con la cerveza Victoria, malagueña y exquisita desde 1928: Por Málaga!!!