Por Lola Fernández Burgos.
Seguimos confinados, que no confitados, que es algo que a veces decimos, buscando ese punto de humor necesario para relativizar. Son ya demasiados días de encierro y hay ocasiones en que no es difícil desesperar. Y sin embargo, siento que las prisas son malas, que si no se hacen las cosas bien, de poco va a servir lo que llevamos haciendo desde hace casi dos meses. Que sí, que podemos agobiarnos ante lo que parece una pesadilla de la que por desgracia no se despierta, pero es lo que hay. Continuar en casa no es caprichoso, y porque se acerque el buen tiempo y se eche en falta ir a la playa y estar más tiempo en la calle que encerrados, mientras sea necesario hay que tener paciencia. Mientras sea preciso según criterios sanitarios, porque la economía no puede ser guía ninguna en esta lucha contra la muerte. El paro es terrible, pero es mucho peor morir. Los políticos irresponsables que juegan con esto y empiezan a cuestionar lo imprescindible del encierro, sólo son unos indecentes que están jugando con algo tan importante como son las vidas humanas. En política, como en la no política, no todo vale, y una cosa es quejarnos porque esto se hace tedioso, y otra muy diferente es empezar a poner nerviosa a la ciudadanía, cuestionando las consignas emitidas por un Gobierno que, nos sea afín o no, está muy claro que sólo quiere lo mejor para todos. Y las Comunidades Autónomas que hacen lo mismo que esos indecentes políticos, son semejantes en tal indecencia.
Aquí en Granada no hemos pasado de la fase 0 a la 1, y eso es así porque hay unos marcadores que sirven para tomar decisiones, y los nuestros han recomendado seguir en vez de avanzar en la desescalada. No es para empezar a decir idioteces, antes al contrario, se trata de tener más cuidado en que no se incrementen las personas infectadas por el virus. Y la verdad, visto lo visto desde que se permite salir a la calle, no me extraña demasiado no haber podido avanzar… Es muy desalentador, amén de indignante, ver que mientras la mayoría cumplimos con nuestra responsabilidad ciudadana, hay otros muchos que pasan de todo. Puro egoísmo frente a solidaridad, y en esto no vale la acción policial, sino la educación. Ya hace días que no me apetece ni salir a pasear, porque no tengo ninguna gana de infectarme por la gente que tiene esa actitud no sólo egoísta y peligrosa, sino además chulesca y de provocación. Eso de ver grupos numerosos charlando tan felices, sin mascarillas, sin distancias, con los niños, fuera de horarios prescritos, como si no pasara nada, la verdad me pone enferma, así que me quedo en casa y sigo andando por el pasillo.
No son buenas las prisas, ni lo son las conductas picarescas de hacer cada quien lo que le apetezca. No son buenos los malos políticos que crean malestar contra quienes sólo desean lo mejor. No es buena la comunidad que quiere acabar con el estado de alarma sólo para sentirse reina en sus confines. No es bueno el que da muchos aplausos y después acosa a los que se arriesgan por obligación, y todos conocemos casos de acoso y derribo contra gente que sólo cumple en sus respectivos trabajos porque no le queda otra. Si todos y todas nos comportáramos como debemos, estoy segura de que los resultados serían mejores, y podríamos avanzar en el desconfinamiento sin mayores problemas. Porque lo que está claro es que da exactamente igual que se levanten las prohibiciones; si no está garantizada la seguridad de algo tan esencial como la vida, para qué correr en nada, no tiene sentido. A mí desde luego me va a dar exactamente igual lo que me diga un mal político: aunque me den permiso, no pienso hacer nada en lo que haya un peligro de infectarme. Porque yo no sé ustedes, pero desde luego yo no tengo ninguna prisa.