Por Lola Fernández Burgos.
Creo que nunca vi en España un ambiente sociopolítico más revuelto, ni siquiera en la época de la transición, cuando se salía de una dictadura y se estaba en la tarea de dotar al país de una Constitución democrática, que fuera capaz de aunar las distintas sensibilidades, entre las cuales había ciertamente abismos, y de dar respuestas válidas para los diferentes intereses. Creo que los políticos que hubo en aquellos difíciles momentos lograron que pareciera fácil, y eso, a día de hoy, considero que conllevaba unas enormes dosis de responsabilidad y una actitud de Estado, que por desgracia hoy brilla por su ausencia. Cuando en la actualidad observo, por ejemplo, llevarse las manos a la cabeza y pretender descalificar a alguien con lo de comunista, no puedo sino sentir vergüenza ajena. Recuerdo cuando detuvieron a Carrillo, con aquella peluca que se hizo famosa, o cuando regresaron del exilio personas como la Pasionaria, o Alberti, por citar sólo a algunos eminentes comunistas. No hubo ningún obstáculo para que fueran miembros del Parlamento español, sin que nunca nadie les insultara o tratara de boicotear sus intervenciones. Y hoy estamos ante un desquiciante panorama de responsables políticos absolutamente irresponsables, que ven al otro no como un adversario, sino como el enemigo a batir y sirviéndose para ello de cualquier arma. Parece que todo vale, incluso deslegitimar, o tratar de hacerlo, a un Gobierno que cuenta con el visto bueno del Rey y del Congreso. No sólo no es de recibo, democrático al menos, sino que además asusta, y mucho. O esto cambia, o no sé qué va a pasar, pero después de demasiado tiempo con un Gobierno en funciones, y con un bloqueo que hace que la vida diaria, a nivel económico y social, se resienta indudablemente, es del todo necesario que la legislatura arranque y se desarrolle sin el boicot continuo de la oposición. Porque ésta, más que nunca, debería mantener una postura de apoyo en todo aquello que no busca el interés partidista, sino el bienestar general. Y desde luego, no me parece para nada que vayan por ahí los tiros. Ojalá todo cambie para bien, y los diferentes partidos que no han logrado el apoyo popular suficiente como para conformar Gobierno, sean capaces de entender que hay un tiempo limitado antes de volver la ciudadanía a las urnas. Lo que hoy tenemos no es para siempre, sino para cuatro años como máximo, y hay que dejar gobernar. Y además, ayudar a hacerlo, no el bochornoso espectáculo que vemos de obstaculizar por obstaculizar, y de enrarecer el ambiente, seguramente con la creencia de que a río revuelto, ganancia de pescadores…
En fin, que es muy desalentador y bastante estresante, por lo cual es momento para desconectar en la medida en que se pueda. Llevamos muchos meses de atención a los medios, de horas frente a la televisión, de debates, de tertulias, de entrevistas… Por favor, un poco de descanso no puede hacernos daño. Dejemos que las mujeres y hombres políticos hagan su tarea, que bien difícil se presenta por otra parte. Y nosotros dediquemos nuestro tiempo libre a desintoxicarnos un poquito de tanto empacho mediático. Salgamos a pasear, y hablemos de temas que no sean siempre sobre la política nuestra de cada día. Vayamos al campo, subamos a la sierra, acerquémonos a la orilla del mar, que es una manera infalible de encontrar descanso para todos los problemas que puedan perturbar nuestra tranquilidad. Dicen que el mar sana, y seguramente es cierto; desde luego, lo que no hace es lo contrario, porque no sé de nadie que no se relaje paseando por la arena, escuchando el sonido de las olas y disfrutando al ver la espuma besando la orilla. Quizás sólo cuando hay tormenta, el mar puede abrumarnos y hacer que sintamos temor. Pero para tormenta, la que vivimos día a día, desde hace ya tanto tiempo que es imprescindible cambiar de actitud sí o sí. Y a nosotros nos urge desconectar, porque es muy difícil que un panorama tan hostil no nos contagie.