Por Lola Fernández Burgos
Se celebra el Día Internacional de la Eliminación contra la Violencia de Género, y siempre pienso que, aunque necesario, de poco sirve. Porque la violencia machista sigue asesinando a las mujeres, con una impunidad que da miedo. En España se las mata con una frecuencia repugnante; pero es que en Andalucía es donde más se las asesina, y para rematar la estadística macabra, es en Granada donde llevamos más asesinatos machistas este año. Ay, qué pena que no se haga apenas nada contra esta lacra social, que es mucho más dolorosa que cualquier otra en la que piense. Y lo peor es que en la violencia contra la mujer caben muchísimas más conductas machistas que el asesinato; siendo éste, lógicamente, la culminación de una violencia que implica abuso de fuerza, con ayuda de una protección institucionalizada descarada. ¿De qué pueden servir los Juzgados de Violencia contra la Mujer, si los hombres y mujeres encargados de impartir justicia son unos impresentables machistas y misóginos? Y ya se sabe que se salvan las excepciones, pero es que debería ocurrir al revés, que la excepción fuera lo malo, no lo deseable. Pero no, en este país atrasado en el que se respeta muy poco el tema relativo al género, quedando siempre malparada la mujer, lo que abunda es lo negativo e indeseable; siendo excepcional lo correcto, y no hablo de normas de educación.
Aunque qué duda cabe de que la educación tiene mucho que ver en este y en otros asuntos capitales. Es lamentable que vayamos para atrás, y no lo digo por decir: la última vez que escribí sobre el tema, en España se denunciaba una violación cada 8 horas… y ahora se hace cada 5. Esto evidencia que no sólo no se ha atajado el problema, sino que se ha permitido que algo tan a erradicar de cuajo, aumente. Parece que los hombres no se enteran, pero las mujeres estamos ya muy, pero que muy hartas, de tener miedo, y tenerlo por su culpa. Que ya está bien de no poder andar por las noches por las calles y por donde nos apetezca, sin temer que aparezca un depredador de mujeres para violarnos o asesinarnos. Que estamos muy cansadas de pedir una igualdad de derechos, que para nada implica que queramos ser como los hombres. Para nada. Para nada. Somos muy felices siendo mujeres, con el privilegio de poder dar vida a otros seres. Sólo nos hace infelices la repugnante realidad nuestra de cada día del machismo, y de la violencia machista en sus múltiples expresiones. Porque es también violencia tratarnos como a objetos y creerse con el derecho de decirnos cosas, incluidos eso que se llaman piropos. Violencia es igualmente creer que las mujeres somos putas cuando tenemos sexo, mientras los hombres son más y mejores hombres si lo tienen. Como es violencia invisibilizarnos e incluirnos en el género masculino sí o sí. Que yo comprendo el lenguaje inclusivo, y que si hay 9 hombres y 1 mujer, hablemos de todos. Pero rechazo por completo el lenguaje sexista, y que si hay 9 mujeres y 1 hombre, no hablemos de todas. Eso es machismo puro y duro. Y no me vengan con lo de la costumbre. Costumbre era también que las mujeres no votaran, y el voto femenino es toda una conquista en los derechos civiles. Dejémonos de pamplinas, que son muy peligrosas y contribuyen a esta macabra realidad de mujeres asesinadas sin que la sociedad lo quiera realmente evitar. Porque si lo deseara, lo evitaría. Lo demás son cuentos para no dormir, y qué quieren que les diga, no está el mundo para aguantar imbecilidades, mientras se mata a las mujeres y a sus hijos sin que quienes pueden evitarlo muevan un dedo para hacerlo. Así que vale, vayamos a las manifestaciones contra la violencia de género. Pero, sobre todo, no ejerzamos dicha violencia en sus distintas expresiones; son muy reconocibles y están, por desgracia, a la orden del día.