Por Lola Fernández Burgos
Leo con gran tristeza los destrozos que han hecho o están haciendo en la Sierra de Baza mafias organizadas recogiendo setas de manera inapropiada, y dejando el entorno lleno de basura, amén de contribuyendo a que para años próximos no pueda ejercerse la anual actividad micológica, dado que no se respetan las condiciones para la persistencia y regeneración de las setas. Se habla de que son mayoritariamente rumanos, y claro, asunto peliagudo, porque enseguida te pueden tachar de xenófoba. Vaya por delante que no lo soy, que me encanta la buena gente, sea de donde sea; como rechazo a la mala sin importarme igualmente su procedencia. Leía que habían confiscado en Caniles una tonelada de níscalos procedentes de la Sierra y preparados para su venta. Me parece genial la medida, y aunque sé que el protocolo obliga a su destrucción, eso no me gusta ya nada. Hay gente que pasa hambre, y no es de recibo destruir alimentos de ningún tipo. Puedo comprender que se acabe con los alijos de drogas, por poner un ejemplo, pero esos níscalos… ¿No hubiera sido mejor entregarlos en donde se pudieran compartir con la gente que no tiene para comer si no es yendo a lugares en que se les da gratis la comida? No sé, no tengo mucha idea del tema, pero la simple lógica me hace dudar de que destruir toneladas de setas sea lo correcto, aunque seguro que es lo obligado administrativamente. Pero para eso está la flexibilidad de la inteligencia humana, creo. Y también me pregunto si no es posible prevenir los destrozos que se han causado con estas prácticas ilegales. Una vigilancia adecuada impediría semejante barbaridad, porque no hablamos de una o dos personas, sino de grupos organizados que emplean vehículos y toda una serie de herramientas con las que destrozan el mantillo del suelo y todo lo que alberga. Si sólo se pueden recolectar cinco kilos de setas por persona y día y para el consumo propio, me parece que no es difícil evitar que esa normativa se incumpla de manera tan descarada y chulesca. Claro que para eso hay que invertir en vigilancia. Y no sé siquiera si han invertido lo suficiente para acabar con las plagas que estaban matando a pasos agigantados los pinares de nuestra sufrida Sierra…
Qué indefensos los elementos de nuestra Naturaleza cuando la mano del hombre dice de acabar con ellos sin mayores contemplaciones. No se puede permitir ese maltrato, con después nada más que una multa y confiscación del producto ilegalmente recolectado. Las multas no impiden los destrozos del entorno natural, ni tampoco el enriquecimiento de estas bandas organizadas, que seguramente ven confiscada una mínima parte de lo que nos roban a la Naturaleza y a todos y todas, pues ella nos pertenece. Con lo que ganan es fácil pagar las multas, exactamente igual que ocurre con las empresas que vierten sus desechos a los ríos o al mar, sin cuidar de no contaminar: sí, pagan las sanciones, pero son más económicas que la prevención de la contaminación; y esta hace que se degraden para siempre grandes espacios naturales que pasan, de ser llamados protegidos, a la más indecente desprotección. Y todo ello con la connivencia de la abstracta Administración, que poco hace para cortar de cuajo semejantes prácticas ilegales y destructivas, la mayoría de las veces sin vuelta atrás, definitivas como la muerte que dejan tras de sí. Así que qué quieren que les diga, me parece terrible esta realidad nuestra cotidiana, que no es desconocida, que quienes se ven afectados negativamente por ella están más que hartos de denunciar. Sabemos qué pasa y quién lo hace, y más allá de jurídicas presunciones de inocencia, está la obligación de prevenir que la indefensa Naturaleza sea maltratada y expoliada sin miramientos para con ella ni para con nadie. Así que mejor me voy a pasear un rato por lugares aún respetados y llenos de vida, deseando que no llegue el día en que los más repugnantes intereses económicos acaben con los parajes tan bellos como tenemos la suerte de poder disfrutar en nuestra comarca y sus tierras vecinas.