Por Lola Fernández Burgos
Digamos que quien espera desespera, y que nada hay más agradable que recibir algo que te gusta cuando ni siquiera habías pensado en ello. Por eso, lo que ha ocurrido en nuestro país en cuestión de unas pocas horas es algo que me parece casi milagroso, pero aún más maravilloso desde el momento en que me pilló, como prácticamente a todos y todas, en el limbo, ese en el que puedes esperar cualquier cosa menos milagros que vengan a ilusionarte. Poder utilizar algo que nuestra Constitución contempla como mecanismo para desalojar a alguien del poder, tal como una moción de censura, y que esta prospere gracias a los representantes de doce millones de españoles, frente a los once millones restantes representados por las fuerzas políticas, ha sido sorprendente; una magnífica sorpresa para quien como yo sólo había visto fracasar las anteriores mociones a lo largo de la reciente historia de nuestra democracia. Y si recelaba de poder hablar de democracia, cuando la separación de poderes imprescindible para ello es más que dudosa, ver cómo ha ocurrido todo me hace recobrar no ya sólo la ilusión por la Política, sino la confianza en nuestro sistema y nuestro Estado. Así que cambio de Gobierno y de partido en él, y para quienes dicen que el Presidente saliente no se ha ido sino que le han echado, les diré que en efecto, le ha echado la democracia porque la ciudadanía ya no puede soportar más corrupción y más chorizos mangantes sin responder por sus robos a manos llenas.
Pero aún ando completamente sorprendida, y más de que haya quien todavía tiene la poca vergüenza de decir que es una fuerza nueva y regeneradora, y ser precisamente la única que ha apoyado en esta moción de censura al partido más corrupto de la democracia, y no lo digo yo, sino los jueces a través de sus sentencias. Cuando escucho ahora apremiar para que haya elecciones a los mismos que hace muy poco decían que unas elecciones son muy caras y el país no está para eso, es que me da la risa. Los hay que son tan tontos, pero tontos muy tontos, que no tienen reparos en decir un día blanco y al otro negro, sólo en función de sus propios intereses. Y ese partido que se llama progresista y dice ser un modelo de limpieza y nueva savia, ¿o era zumo de naranja?, está tan creído de que las encuestas precocinadas para auparlo al poder son algo más que pura patraña, que le entra una urgencia casi lisérgica, excitación máxima, para que todo se conjugue a su favor y pueda llegar a ser algún día el rey del mambo, en Cataluña y en España. Pobres cretinos, habrá que dejarles soñar; al fin y al cabo, los sueños, sueños son. Lo peor de eso es que después hay que despertar, que es lo que les ha pasado en esta ocasión, que pensaban que eran imprescindibles, y han comprobado que son más estériles que abonar el asfalto. Pero bueno, yo les diría a sus seguidores, algo confundidos si hablan de progreso en lugar de retroceso, que no desesperen, que igual que ahora ha ocurrido un milagro sin esperarlo, a ellos también les puede sonar un día la flauta, como a los burros con suerte. Espero que no, pero mira, seguir soñando no cuesta nada, porque es de las pocas cosas que en esta sociedad es gratis. Eso sí, harán bien si no esperan milagros, porque parece ser que es la mejor manera de que ocurran…