Por Lola Fernández Burgos
Si por estos lares nos preguntan que qué está pasando, desde luego que menos el tren… Resulta que hace ya tres años que el mismo no pasa por Granada capital, caso insólito entre las capitales españolas; y por Baza, de eso ya ni me acuerdo casi. Es una pena, porque a nuestras tierras no sólo no llega el progreso, sino que cada vez es peor la situación. Nuestros políticos se afanan en demostrar lo malos que son los adversarios, sin tener la decencia de mirarse a ellos mismos, que ya nos vale la clase de representantes que tenemos. Son tan nefastos e incompetentes que seguro que sin representación nos iría mucho mejor; al menos yo no tengo la menor duda, no sé ustedes. Y son tan ineptos en su gestión como en su labor de desgaste al contrario, porque ya me dirán cómo se come eso de echarle la culpa al Gobierno central, olvidando el Gobierno autonómico. Que para Madrid no existimos, eso está bien claro, en todo; y bastante hacemos contrarrestando sus intentos de hacernos daño, a los andaluces, en bastantes sentidos, los económicos por delante. Pero no me dirán ustedes que para Sevilla somos mucho más importantes, porque es que, si no fuera para llorar, me entraba la risa. Una viaja a la Andalucía occidental y se encuentra con, por poner un ejemplo, unas carreteras estupendas camino a los lugares de ocio de los sevillanos, esos que ellos convierten en suyos sin más miramientos: ya sea Huelva con su costa de La Luz y su Rocío (hay quien se cree que es una aldea de Sevilla); ya sea Sanlúcar, que es como la playa de los sevillanos; ya sea cualquier sitio que ustedes imaginen en el que Sevilla tenga interés… Autovías, autopistas, magníficas carreteras, y porque no les dejan hacer su soñado puente desde Sanlúcar hasta Matalascañas, que si no ya lo tenían todo completo; y el Coto de Doñana que sobreviva como pueda, que ya tiene bastante con el gas y con el atropello fervoroso de la romería al Rocío, lo más alejado de los cánones creyentes que una haya visto jamás.
Ay, pero en la Andalucía oriental, y en nuestra provincia en concreto, las carreteras son para llorar, sin arcenes la mayoría de las veces, con más baches, casi, que la A92, la autovía andaluza por excelencia, esa que nació ya muerta, de tanto como se lo han llevado calentito de los presupuestos para su creación, mantenimiento y reforma. Por aquí se ve que no están muy interesados los políticos sevillanos, porque esto no es cosa de la ciudadanía, sino, una vez más, de la clase política, la misma que tiene tan poca clase que es que ya no sólo indigna, sino que da ganas de vomitar. No les gusta nuestra tierra, y ellos se lo pierden, así que de infraestructuras viarias, o energéticas, o hídricas, poco que contar; y de bosques sin plagas, para qué hablar; y de apoyo a nuestras fiestas, monumentos y cultura en general, vamos, de eso mejor nos olvidamos. Esa Dama de Baza que iba a volver en cuanto tuviéramos listo el Museo Arqueólogico, y de repente, una vez listo, nos descubrieron que en su expolio camino a la capital del Reino, el traqueteo por los caminos de entonces, aún peor que la A92, la decapitó. Oh, tantos años de silencio y secretismo, y tuvimos que enterarnos de ello cuando vieron que tan ilusos, amén de ilusionados, que es que no aprendemos, habíamos cumplido con la condición previamente impuesta para el regreso de nuestra Dama, que es nuestra porque apareció aquí, porque por lo demás… No había escuchado una excusa más absurda en mi vida, pero seguramente, por desgracia, el absurdo seguirá siendo la tónica que nos ofrezcan como respuesta a nuestras demandas; ¡no tienen remedio!