Por Lola Fernández Burgos
Adoro los placeres sencillos; son el último refugio de los hombres complicados.
Oscar Wilde
Contra la mediocridad, espíritu lúdico. No es mal reto en estos tiempos que personalmente me parecen feos, oscuros, involutivos y mediocres al máximo. Cuando parecía que estábamos convirtiéndonos en un país que tendría que decir algo, después de demasiadas décadas de aislamiento e indiferencia por los estados vecinos, resulta que mejor que nos quedemos mudos, porque mejor calladitos que diciendo tonterías. Históricamente hemos sido cuna de grandes artistas en todos los ámbitos del Arte, así con mayúsculas, pero ahora hasta el talento está fiscalizado. No quiero ni pensar qué hubiera sido de Quevedo, verbigracia, en la actualidad; no tendría nada de raro que hubiera acabado en la cárcel o en el exilio… Seguramente de Cervantes se hubiera demonizado y ridiculizado su Quijote, obligando la censura a que el único protagonista de nuestra novela más universal fuera Sancho Panza. Y qué decir de Goya, madre mía, a ese lo hubieran linchado directamente, por subversivo. Ay, qué tristeza de años, con un lastre de indeseable realidad que nos impide volar, soñar, crecer, ser ejemplo de modernidad, etcétera. Si íbamos a ser, nos quedamos en un intento frustrado, algo en que mirarse para evitar caer en los mismos errores, pero no como inspiración.
Así que es mejor optar por el divertimento, antes que caer en una depresión provocada directamente por la vulgaridad circundante. Y a la hora del recreo, cada quién ha de buscar aquello que le produce goce y satisfacción, más allá, por supuesto, de las modas y del beneplácito general, porque para ser feliz no hay que pedir permiso, estaría bueno. Antes al contrario, a veces el mejor indicativo de que vamos por el camino correcto y adecuado es, precisamente, lo que se quejan aquellos a los que no respetamos… Pues esa es otra: el respeto no se tiene de antemano, porque hay que ganárselo, se pongan como se pongan. Gracias a quien haya que ser dadas, por gris y anodino que esté el cotarro, aún podemos vivir eligiendo y tomando nuestras decisiones individuales, más allá de la aceptación o el rechazo ajenos, que qué quieren que les diga, cuanto más ignoremos, mejor nos irá…
De tal modo que es mejor adornar la existencia con lo que nos produce placer, que el hedonismo es muchísimo más que una doctrina ética, tal como aprendimos quienes estudiamos las corrientes filosóficas. El sibaritismo es también una opción y una actitud, una manifestación más de ese espíritu lúdico que puede dar algo de luz a la oscuridad de los días actuales. El caso es estar ojo avizor y oído alerta para evitar que el muermo, certera palabra definitoria de esta aburrida actualidad, pueda con nuestra alegría. Pues el regocijo y el entusiasmo es algo que no nos pueden robar, y si lo permitimos les estaremos dando alas a quienes conducen desde hace ya demasiados años España por unos derroteros hastiados, tediosos, soporíferos, desesperantes, y cuantos sinónimos más se les ocurra. Procuren ser felices, está en sus manos y en su disposición, porque actualmente hasta mirando el cielo observaremos que las mismas nubes gritan su disgusto.