Autor: Juan Antonio Díaz Sánchez
Hace más de un siglo, que allá donde llegaba el ferrocarril, significaba desarrollo industrial y progreso económico. Cuentan las viejas crónicas de la época, que están guardadas en las páginas amarillentas y manidas de aquellos viejos periódicos de sábana, que se editaban antaño, se leían en los casinos o barberías, y que, a día de hoy, “duermen el sueño de los justos” en las hemerotecas o “el del olvido” al estar guardados en añejos baúles sitos en los desvanes o sótanos de caserones y palacetes ruinosos. Como decía, cuentan las viejas crónicas de la época, concretamente la que escribía en 1913 el periodista Antonio García Toral para El Defensor de Granada: “Próximo a Baza, en una colina desde la que se divisa extenso horizonte, rodeándolo el verdor de una arbolada exuberante, se encuentra la villa de Caniles, a cuyo pie cruza la carretera que conduce a Murcia; un poco más lejos, el ferrocarril que viene de Granada; e inmediatamente, en su estación se levanta la soberbia fábrica azucarera Nuestra Señora de las Mercedes. Tiene mil vecinos y es un pueblo esencialmente agrícola.”
Y es que antaño hubo un tiempo que, en ciertos aspectos, fuera mejor que el actual para las comarcas septentrionales que conformaban el antiguo reino de Granada o, si se quiere, la parte más nororiental de la Alta Andalucía. Sin lugar a dudas, nos estamos refiriendo a aquel tiempo en que la idea de conectar las comarcas andaluzas de Guadix, Baza, Almanzora con la región de Murcia dejó de ser un sueño para convertirse en una realidad. Un tiempo que experimentó el mayor desarrollo industrial que las comarcas de Baza y el Almanzora han vivido jamás. Esta línea fue desmantelada, por orden del Ministerio de Fomento del gobierno socialista de Felipe González, el 31 de diciembre de 1984; con esta infausta actuación de triste memoria, al norte de la provincia de Granada y a la cuenca del Almanzora (Almería) se le despojó del tren, una comunicación necesaria que esta magnífica tierra perdió, condenándola así al “ostracismo” industrial, pérdida poblacional y al paulatino empobrecimiento.
Acaba de llegar el AVE a Granada después de veinte años de incumplidas promesas por parte de los distintos Gobiernos que ha tenido la Nación y cuatro años de aislamiento ferroviario para la ciudad de la Alhambra. “Más vale tarde que nunca” reza un viejo refrán castellano. Sin lugar a dudas, es una buena noticia para Granada y para Andalucía. De eso no me cabe la menor duda.
Sin embargo, poco tenemos que celebrar los habitantes de las comarcas nororientales de Andalucía. Por ejemplo, mi lugar de residencia es la villa de Caniles. Pues bien, para tomar un tren que me lleve a Madrid he de desplazarme 50 kilómetros hasta la vecina ciudad de Guadix y allí tomar el talgo que realiza, durante cinco horas y media de crucero, la línea Almería−Madrid. La otra opción, que ahora me ofrece el AVE y que tardará tres horas y poco, pero que triplicará el coste del billete para un usuario medio como soy yo, es tomar dicho tren en la granadina estación de Andaluces, obligándome previamente a desplazarme cien kilómetros hasta la misma.
Para ir a Barcelona desde el norte de la provincia de Granada tenemos una situación parecida. Yo prefiero ir a la estación ferroviaria de Lorca (Murcia), realizar poco menos de una hora de viaje por la A-92 Norte y tomar allí el talgo que me lleve Barcelona. Digo prefiero, porque aunque el AVE sea mucho más rápido, también he de realizar los mismos cien kilómetros para desplazarme hasta Granada y tomar ese tren AVE que tardará sólo un par de horas menos que el talgo murciano pero que éste cuesta, prácticamente, tres veces menos que el AVE. También, desde no hace muchos años, se puede volver a tomar el talgo con dirección hacia la ciudad condal en la estación accitana.
Resumiendo, la distancia mínima que he de hacer para poder tomar un tren desde mi lugar de residencia es de 50 kilómetros y solamente con destino a Barcelona, Madrid o el servicio de media distancia de Andalucía (Almería−Granada−Sevilla), cuyas deficiencias son más que palmarias, puesto que para llegar a Sevilla, durante el trayecto es preciso apearse del tren y montarse en un autobús por obras de la línea ferroviaria que parecen no finalizar jamás. Un auténtico despropósito.
Y, entonces éste que escribe se pregunta, ¿para qué nos sirve a los habitantes de las comarcas de Baza, Huéscar y Almanzora tener un AVE en Granada? Un tren cuyos precios para nada son populares y que para tomarlo hemos de desplazarnos cien kilómetros o más desde las comarcas nororientales de Andalucía hasta la capital granadina. Y que, para más inri, como hemos mencionado anteriormente, debido a los elevados precios del AVE, nos obliga a los usuarios medios, es decir, al común, a seguir utilizando las únicas dos opciones que teníamos una vez que nos quitaron el tren: para ir a Madrid o Sevilla hemos de tomar el tren en Guadix y para ir a Barcelona lo hemos de tomar en Lorca o en Guadix.
Personalmente, me alegra enormemente que el AVE, al fin, haya llegado a Granada. He residido siete años en dicha ciudad y, más que de sobra sé, lo importante y beneficioso que es para una ciudad tan turística e importante como ésta, estar bien conectada por ferrocarril: ¡Enhorabuena Granada!
No obstante, pienso que el noreste andaluz también merece estar conectado ferroviariamente y que los habitantes que moramos en dichas comarcas no tengamos que aventurarnos a realizar dichos “periplos”, a los cuales me he referido anteriormente, para hacer algo tan sencillo como es tomar un tren. No estoy pidiendo la alta velocidad para esta tierra, me conformaría con que nos devolvieran lo que nos expoliaron con premeditación, alevosía y “diurnidad”, condenándonos así al aislamiento ferroviario y que ya nos da la sensación de ser una “condena eterna” puesto que vamos a cumplir, a finales de 2019, treinta y cinco años ya sin tren. Me conformaría con que volvieran a construir la línea antigua de ferrocarril Guadix−Baza−Almanzora−Lorca y que de esta forma nos devolvieran lo que nunca debieron quitarnos: la conexión ferroviaria entre Andalucía, Murcia y el Levante Español.