Pregonero: Sebastián Rodríguez Durán
PRESENTACIÓN
Tú, soberano de mi virtud
Dame santa paz y calma
Y en las dolencias de mi alma
Dame, Señor mío Jesucristo,…salud.
Era un jueves de marzo
En mi pueblo se oía el rumor
Dime mama… ¿Qué es ese ruido?
¿Qué suena a profundo dolor?
No sufras hijo mío
No hay motivo para el temor
Entonces, despacio me puso el abrigo
De la mano salimos los dos.
Era un jueves de marzo
Y aun no conocía el dolor
Solo mí inocencia de niño
Mis primeros nervios, mi fervor
Y me encontré a gente con pena
Con ojos cargados de emoción
Y la más pura devoción.
Con mi madre entré en la iglesia
Donde había humildad y aflicción
Donde había angustia
Donde se derramaba consolación.
Deje pasar a mi hijo
Que es un momento, Señor
Deje pasar al chiquillo
Que solo somos los dos
Deje pasar a mi hijo
Que quiere ver al Señor
Y así nos vimos por primera vez
Él…y yo.
Yo solo era un niño
Él, el hijo de Dios.
Ese niño entusiasmado
Se moría por entregarle al Señor
Su corazón de cristiano.
Desde entonces, Señor,
Mirarte, solo mirarte,
Tan amargo y sereno.
Mirarte y después dejarte
Que es mucha pena tu pena
Para intentar consolarte.
Con el alma dolorida
A los Méndez oraba
Y un desconsuelo tenía
Que hasta mi frente sudaba
De ver su terrible agonía
Ni mis oraciones lo consolaban.
Perdóname, Cristo mío
Si alguna vez te ofendí
Perdona mi extravío
Y ten Piedad de mí.
No hay mayor dolor que el tuyo
Ni esfuerzo tan sobrehumano
Cuando te porto un Jueves Santo
A ese madero clavado
Buscamos el sentido
Del camino desolado.
Se suceden las preguntas
De corazones callados
Y surge la interrogante
Sobre sentimientos humanos.
-¿Por qué el hombre clava en cruces
a sus propios hermanos?
Si Tú, Padre mío,
Majestuoso fuiste en vida
Y clemente en tu muerte amarga
Por qué te clavamos en el madero
Y tú perdonas nuestras faltas.
Hoy que en la cruz te dejamos
Tú nos muestras Esperanza.
Porque tú no eres madera
Eres Dios vivo
Eres nuestra luz primera
Nuestra bendita Salvación
En esta preciosa primavera.
Aquí tienes a ese niño
Que siempre te ha rezado
Escondido en tu capilla
Porque nunca te he olvidado.
Quiero un silencio escuchar
Perdonando los agravios
Del que tanto tormento te da
En el susurro de tus labios.
Quiero ya besar tus pies
A ese madero clavados
Necesito pronto abrazar
Tu cuerpo derrotado.
Sé muy bien cuanto sufriste
Y al verte allí abandonado
Me siento, Señor, muy triste
Roto, compungido y desbordado,
Por lo mucho que me diste
Y lo poco que te he dado.
Hoy te rindo mi homenaje
A tus pies arrodillado
Dame Señor el coraje
Dame tu bendita inspiración
Para que llegue a mis hermanos
Este bendito Pregón.
Quiero ser, tu hijo desconsolado
Ese niño que te buscaba
Y quiere estar a tu lado.
Quiero ser hoy,
Aquí, en el Ideal,
Pasado el mes de enero
El rocío mañanero
Que acaricia con sus gotas
Los comienzos de febrero.
Soñar que soñé contigo
Este mes de marzo cofradiero
Principio y final
De todo lo que sueña este vocero.
Quiero ser lo que Tú quieras
Quiero ser, Señor, tu aliento
Ahora que tantos y tantos
Quieren silenciar tu credo.
Quiero ser reclinatorio
O un hachón de maravilla
Para estar siempre a tu lado
Asomado a tu capilla.
Quiero ser tantas cosas
Y ahora que apenas comienzo
Sea este poema de entrada
Un desgarrado…¡TE QUIERO!
Hoy seré tu voz, Señor,
Y esta voz será un eco de tu amor
En cada verso, en cada palabra,
Tu luz en mi ser se labra.
Hoy seré tu voz, Señor,
Y mi voz será el camino
Llevaré tu nombre entero
Como un verso en el destino.
Hoy seré tu voz, Señor,
Tu memoria, tu bandera
Porque en ti, mi amor entero
Vive y sueña donde quiera.
Caminaré por senderos y plazas
Llevando tu nombre en las fragancias
El viento será mi aliado fiel
Para anunciar tu mensaje en él.
Recorreré cada plaza
Cada calle, cada acera
Gritaré que eres mi raza
Mi raíz, mi primavera.
Hoy seré tu voz, Señor,
Con el alma llena de tu resplandor
Que mi voz no cese de proclamar
Que en Ti, el mundo se llena de paz
Y si el mundo no te escucha
Si se pierde en su desvelo
Yo seré quien te rebusca
En el fondo de mi cielo
Hoy seré tu voz, Señor,
La de este horquillero
Que te porta cada Jueves Santo
Con pasión y con esmero.
Soy Sebastián Rodríguez
El que es hoy…tu pregonero.
SALUDAS
- Señor consiliario
- Señor cura párroco de la iglesia de la Mayor
- Señores miembros de la Corporación Municipal
- Señor hermano mayor de la Real Cofradía de los Méndez
- Señoras y señores miembros de su Junta de Gobierno
- Señora presidenta de la Federación de Cofradías y Hermandades de Baza, miembros de su Junta de Gobierno.
- Hermanos y hermanas mayores, representantes de las distintas cofradías y hermandades de Baza
- Hermanos y hermanas devotos de esta Real Cofradía
- Cofrades todos
- Bastetanos, bastetanas
- Feliz domingo.
Quiero comenzar agradeciendo a la persona que he tenido el honor de ser presentado, Mario, mi amigo…mi hermano.
Mario, amigo de aquellos días
De risas largas de travesías
Tus ojos brillaban con ilusión
Eras mi hermano, mi corazón
En cada juego, en cada afán
Juntos crecimos, mano a mano más.
Recuerdo la Alameda
Aquel parque,
Donde inventábamos un mundo singular
Éramos héroes, éramos reyes
En un reino nuestro, libre de leyes
Juntos hemos crecido
En risas y en dolor
Pero siempre tu abrazo
Fue mi mejor calor
Que la vida nos siga
Uniendo en su vaivén
Porque contigo hermano
El mundo está también
Gracias por tu apoyo
Gracias por animarme
Gracias por ser mi hermano
Mario…gracias por presentarme
Gracias a mi Cofradía de los Méndez, por haber apostado por mi. Pues soy joven y con poca experiencia, pero hoy en este atril, intentaré desglosar mi corta vida de amor y devoción al que es… mi Señor.
Gracias a todos mis amigos y amigas que en estos meses me habéis dado ánimos.
Gracias a toda mi familia, en especial, a vuestro amor incondicional…
A mi hermana, mi papa y mi mama…
Hermana mía, luz en mi camino
Tu risa es brisa que acaricia el alma
En tus palabras encuentro el arrullo
Un refugio cálido, una eterna calma.
Hermana mía, faro en mi tormenta
Contigo el mundo es menos oscuro
En tu abrazo la vida se alimenta
Y en tu amor, mi espíritu es más puro.
Qué decirte papa
Tu voz es calma en mi quietud
Tus manos, fuertes y calladas
Construyeron mi fortaleza, mi quietud.
Qué decirte mama
Eres mi refugio y mi paz
Tu abrazo es calor que nunca se va
En tu mirada encuentro el consuelo
Eres mi estrella, mi cielo.
Gracias por ser mi eterno sostén
Por darme alas y también un quehacer
En mi corazón siempre estarán
Mi hermana, mi papa y mi mama…
Abre esa reja hermano
Que tengo sobre mi alma
Una luna oscurecida
Rota, vencida y helada.
Abre hermano ese cerrojo
Que suena como la flauta
De un ángel enamorado
Entre pasión y añoranza.
Sabes que cuando mis ojos
Cruzan ese dintel del alba
Todo lo que me persigue
Se queda atrapado
Entre las barras de esa reja bendecida
Por las estrellas más altas.
Te acercas, miras hacia arriba,
Ves la punta de sus lanzas
Y sabes que al otro lado
Hay un Cristo en un madero
Mi Padre, Señor amado.
Caminas de frente, lo ves
Y entras con el alma atada
A una capilla de ilusiones
Donde está esa imagen sagrada.
Alrededor de sus pies
Vienen y van las mañanas
De aquellos sueños cumplidos
En mi alma renovada.
Abre esa reja hermano,
Que suba esa cuesta empedrada
Con la ilusión de un niño el 6 de enero
De inocencia e infancia ilusionada.
Abre hermano ya el cancel,
Que mis penas se desarman,
Que dentro no tengo miedo
Y el dolor no me traspasa.
Abre la reja hermano,
Que repican las campanas
Llamando a todo el que quiera
Ver al Señor con devoción cristiana.
Algo nuevo se palpa,
Algo raro se barrunta,
Algo extraño llega al pueblo,
Que en el aire se junta.
Baja por Alhóndiga,
Llega a la Plaza Mayor
Una marea de devotos
Para ver al Señor.
Se presagia en el ambiente,
Cuando llega esta fecha,
El deseo del penitente
De aliviar su fe maltrecha
Porque la penitencia es por mí,
Perdóname Jesús mío,
Si alguna vez te ofendí.
Es noche de granate y morado vestida,
Es noche de lágrimas perdidas,
Es noche de ojos escondidos,
De ansia apagada en las gargantas,
En un abril de sufrimientos ya descoloridos.
Es un lugar cimentado
Con la más pura devoción,
De la locura del amor
Y la rendición del alma,
Donde brota la fe
Y nuestros pesares calma.
Donde las horas son nubes
Que vuelan en la nostalgia,
Donde encuentras la respuesta
En la verdad de una lágrima,
Donde un abrazo de hermano
Refuerza, alienta y desarma,
Lo que por dentro te ahoga
Y no hay más vuelta que valga.
Donde se pintan los más bellos dibujos,
Que es refugio de Esperanza,
A los más fieles moribundos.
Donde un llamador rompe
Los silencios más profundos,
De oraciones y plegarias
En corazones vagabundos.
La iglesia Mayor, que es mi razón,
Proclama en lo más profundo
Que esta es mi cofradía,
La más bonita del mundo.
Así que…
Abre la reja, hermano de mis entrañas,
Que estoy soñando en la noche,
Cuando el viento levanta.
El aire de un reino libre,
Donde las penas descansan.
Que ya están dando las 11,
En los pulsos de mi alma
Y este pueblo, su plaza
Y esa reja, con la punta de su lanza,
Siempre serán lo que quiero,
Que desde niño tengo una alianza.
Porque aquí siento la vida,
Porque aquí mi fe proclama
La grandeza de ser parte
De una cofradía soberana.
Porque tus pasos resuenan,
Tu leyenda es canción.
Un canto de amor, de fe y unión.
En cada esquina, en cada altar
Tu esencia perdura, no deja de brillar.
Cofradía mía, mi refugio, mi hogar.
En ti encuentro la paz,
En ti puedo soñar.
Eres raíz firme, eres tradición,
Eres mi fe, mi pasión, mi razón.
Por eso hoy te canto
Con voz que no calla,
Porque eres mi guía, mi fuerza, mi alma.
Cofradía querida, por siempre serás.
El amor que en mi pecho
Jamás se apagará.
Conque…
Abre hermano ya el cancel,
Que me espera en su morada
Mi Cristo de los Méndez,
El que el Jueves Santo pasa
Y esta Real Cofradía,
Que es mi familia y mi casa.
PORQUE SOY DE LOS MÉNDEZ…
Desde siempre, en mi corta vida cofrade
Me han dicho, ¿Cómo tú de los Méndez?
Si tu padre reza en Misericordia y Santa Cruz,
¿Por qué de esa devoción, si no la viviste en tu casa?
_pero es que me enamoré de Él.
A mi cofradía le doy gracias por estar ahí, siempre.
Desde siempre, para siempre,
Sois el mejor ejemplo de que una cofradía sin el sustento de una hermandad, no es más que la bruma
Que acaricia el verano, llega, lo sofoca, y se va…
Ser del Cristo de los Méndez es lo que hace que hoy esté aquí.
Soy de Él y para Él…
Estaría un día entero hablando de Ti y no sería suficiente.
Contigo nunca nada es suficiente.
Empecé vistiendo mi hábito de nazareno en el anonimato, junto a la cruz de guía.
Fue mi deseo innato, cuando llega la fatiga
Y la muerte se hace amiga de la vida en su final.
Envolver mi mortal carne en morado y granate
Que, Señor, tu muerte es tan amarga
Que mi joven corazón combate.
¿Y aún me preguntas porque soy de los Méndez?
Pues soy de los Méndez
Por el luto de la noche,
Por el silencio que ahoga
La miseria de los hombres
Que buscan a Dios, sin más,
Con sus miedos y oraciones
Soy de los Méndez
Por la fe de mis mayores,
Por su rostro ensangrentado
Y el torrente de emociones
Que provoca si le pido
La salud a mis dolores.
Soy de los Méndez
Y no encuentro explicaciones.
Desde el día en que lo vi,
Cara a cara.
Desde entonces supe
Que mi suerte estaba echada.
A pares y nones
Ser de los Méndez,
En algunas ocasiones,
Me ha devuelto la sonrisa,
Me ha llenado de ilusiones,
Llegando a curar mis males,
Emulando a los doctores,
Que rescatan la locura,
Que corrigen mis errores.
Ser de los Méndez
Explota en los corazones
De aquellos que, con traje negro
Y fajados los riñones,
Se entregan bajo su trono
Sin redoble de tambores.
Son de los Méndez
Los que pueblan los balcones,
Cuando una procesión,
Pasada la medianoche,
Va enlutando la ciudad
Con esfuerzo y con derroche
-es tan fácil ser de Él…
Sí. Tu vida son girones
Arrancados con violencia
De la faz de tu horizonte.
Brújula que siempre marca
Entre las dudas el norte.
Puerta del cielo entreabierta,
Tesoro que el mapa esconde
Quien puede vivir sin Ti,
Cárcel de fe sin barrotes
Soy de Méndez
Porque encierra los valores
Que en su día me enseñaron
Siendo un niño
Y ahora soy un joven
¡Ay!…mi Cristo de los Méndez
Tienes bonito hasta el nombre…
Hay un manto de silencio
En los sucios callejones,
Que aseguran que tu muerte
Ha parado los relojes.
Un rumor que se ha extendido,
Un rumor que ya recorre,
En cada palmo de Baza,
Su leyenda, sus rincones.
Y es de los Méndez
La Alcazaba y de la Mayor, su torre.
Como son de los Méndez
Los granates capirotes
Que igualan a sus hermanos,
Sea cual sea su nombre.
Son de los Méndez
El Arco de la Magdalena y sus flores,
El poniente, el levante;
Su escudo, sus blasones.
El de una familia Méndez
Que nos trajo sus bendiciones
Tuya es la madrugada
En la que todos se esconden,
En la que, por no quedar,
Ni siquiera los apóstoles
Se quedaron a tu lado,
Como hicieron dos ladrones.
Soy de los Méndez,
Más allá de procesiones.
Soy del Cristo de los Méndez
Y no encuentro más razones
Que ser…entero de Él,
Porque es el amor de mis amores.
RESPETE MIS CREENCIAS
Vivimos en la era de la Cristo fobia
Un mal cada vez más arraigado y que se extiende por nuestra sociedad.
Esta tendencia se basa en faltar a los cristianos con insultos, burlas y caricaturas contra cualquier cosa que tenga que ver con Jesús de Nazaret, su vida, sus hechos, sus obras… su palabra.
Cristo fobia significa literalmente… miedo a Cristo
Voy a hacer un alto en el pregón,
Por favor, permítanme que me dirija a alguien que, estoy seguro, no estará en este teatro. Y tengo la absoluta certeza que no mostrará interés alguno por las palabras que voy a dedicarle.
Me dirijo a usted:
Permítame que le pregunte, ¿por qué tiene miedo a Cristo?
¿Por qué le asusta tanto un crucifijo, que obliga a retirarlo de cualquier sitio?
Si usted no es creyente, no significara nada.
Véalo como un trozo de madera y relájese, que no lanza rayos ni dispara balas.
Todo lo contrario, es símbolo de Paz, por lo menos para nosotros, los que si creemos en Él.
Usted está en todo su derecho a opinar y a creer en todo lo contrario, de igual manera que debería de ocurrir a la inversa, que usted me respete a mí.
Por fortuna, vivimos en una sociedad donde podemos expresarnos libremente.
Usted, que desde el anonimato hace pintadas ofensivas en azulejos, puertas o en fachadas de iglesia.
Usted, que es firme partidario de que personas semidesnudas entren en capillas para ofender a los que allí se encuentran.
Usted, que no es tan valiente para ofender otras creencias, algo de lo que este humilde católico también reniega, porque Dios reciba el nombre que reciba, nunca, jamás, debería ser insultado ni su nombre tomado en vano.
Por último, perdóneme si le he molestado u ofendido, no era mi intención.
Solo quería expresar, que aunque siguiendo las enseñanzas de Jesús de Nazaret, que por cierto también tiene Misericordia de usted.
Ponemos la otra mejilla… pero ya estamos cansados de sus ofensas.
Porque usted es libre de pensar y creer como quiera, faltaría más.
Pero, por favor, que su respeto hacia nosotros se calibre en la misma medida que el de nosotros a usted.
Y le dejo, que debo de seguir con el pregón:
Que tenga buena tarde
¡Ahhhh!… y vaya usted con Dios.
HORQUILLERO PARA SIEMPRE
Y los años corrían galopantes
Por aquel niño en busca de su Padre
Su cuerpo, quedó parado en el tiempo.
No crecía, pero se hacía grande.
No le hacen falta escaleras,
Tiene un corazón gigante
Para llegar a las trabajaderas.
Su altura es lo de menos,
Fuerte como un roble es,
Ya sabía desde pequeño
Que, de lo Méndez, yo tenía que ser…
Si tuviera que elegir
Un momento solamente
De mi vida de cofrade
Así, sin más, de repente,
Yo sería horquillero,
Con un caminar valiente,
Respetando, por supuesto,
Al hermano penitente
Si tuviera que elegir,
Y el pregón así lo advierte,
Una voz que con el martillo
Y él son que Él requiere,
Me despierte los sentidos
Que en otoño languidecen.
Yo elegiría, sin duda,
La voz de Manolo, potente,
Gritando al cielo de la Mayor
¡Venga de frente valientes!
Porque solo así se activan
Los corazones del creyente,
Porque el trono cobra vida
Y hasta huelen los claveles.
Cuando los Méndez levanta
Los costeros, como siempre
Que no hay mejor oración,
Que se olviden de las preces,
Que en la Mayor hay un Cristo
Con un compás diferente.
Un compás anestesiado
Por el pellizco y del duende,
Por la fe de su cuadrilla,
Por el amor de su gente,
Que se van muriendo a chorros
Por mucho que el peso apriete.
Son mi gente de los Méndez,
Los que han escrito las leyes
Que hoy siguen a rajatabla
Esos hombres obedientes.
Son gente humilde, sencilla.
Sea martes o miércoles,
Llegando tarde a casa,
Todas las veces
Van escribiendo la historia,
Aprobados los deberes
De un oficio muy antiguo,
Aunque ahora este vigente:
¡horquillero de los Méndez!
Qué suerte tuve
Qué suerte de ser uno de vosotros
Y desear que el jueves llegue,
Para sacar a la calle
Con inocencia y alegre,
Una imagen donde Dios
Dejó su cuerpo presente
Es mi gente de los Méndez.
Horquillero desde el vientre.
Que quien nace horquillero,
Horquillero es como muere
Porque dio su vida abajo
Sea patero, sea corriente,
Aprovecha horquillero
Que el tiempo va a ser breve,
Que igual mañana te sales,
Que igual mañana no puedes.
Dar tu vida por entero
Con tesón, compas y temple
Ve despacio horquillero,
Paso a paso, lentamente.
Ve formando tu futuro,
Pero siempre ten presente
Que es por el Cristo de los Méndez.
Por su pasión y su muerte,
Por quien crujen tus costados,
Cuando aprietas bien los dientes
¡Ay mi gente de los Méndez!
El del Cristo imponente.
El Señor que Martínez Olalla,
En la magia de su mente,
Regaló a esta cofradía.
Él que es padre, que mi corazón siente.
Es el mismo que te mira,
Aunque su mirada sea ausente.
Ese Cristo que te ahoga
Cuando al fin eres consciente.
Que es su sangre la que entrega,
Cuando caminas siempre de frente.
¡Horquillero de los Méndez!
Estoy desenado que llegue
La noche del Jueves Santo
Con tu traje negro y demuestres
Que en la Mayor hay un Cristo
Con un compás diferente.
Aunque lleves una corbata
De negra seda silvestre,
Aunque ahora la vida
Haga que desesperes,
No te olvides que es envidia
La impotencia que ahora sientes:
Un querer y no poder,
Que de los Méndez quiero ser
Horquillero para siempre…
ESE NIÑO PENITENTE
Lloran los cirios encendidos
Lagrimas de cera viva,
En un caminar sin ruidos
En una penitencia cautiva.
Esas velas,
Con los guiños de sus luces
Iluminan promesas dolientes,
En las huellas de los pasos
De piadosos penitentes.
Su humo sobrevuela capirotes
Que contagia a sus gentes,
A las calles de este pueblo
Que en su fe quedan patentes,
Impregnados de luz sacramental
Su fuego se hace llama, bendecido.
Rezos de un santo ritual
Entre un silencio contenido.
Suena la campana.
En sus filas un niño conmovido,
De túnica morada
Que con ilusión se ha vestido.
Bajo el negro cielo bastetano
Ese niño resplandece.
Lleva ilusión infantil
Y su fe que nunca fenece.
Su mirada dulce y pura
Como el rio que al valle besa,
Guía al pequeño caminante
En la noche que no cesa.
En su pecho late el mundo,
En sus manos la esperanza
Y en su sonrisa el consuelo,
Que cansado lo alcanza.
Su túnica morada
Lo llena de pureza,
Al compás del viento suave,
Mientras en su pecho late la certeza
Que en su fe está la llave.
¡Ay Señor!,
Le susurra durante el recorrido,
Mientras su vela dibuja un sueño.
De pensamiento lleno,
Sueña con ser su horquillero,
Con un paso sereno.
Vuelve la cabeza,
Ve su frente ensangrentada,
De ese Cristo de dulce mirada
Donde su suerte ya fue echada.
El pecado le tortura,
Las entrañas se le anegan
En torrentes de amargura
Y las lágrimas le ciegan
Y le hiere la ternura.
Le enseñaron a rezar,
Le enseñaron a sentir,
Le enseñaron a amar
Y como amar es sufrir,
También le enseñaron a llorar.
Llora ese penitente afligido,
Se le nota en su pupila.
Y llora aquel que te ve,
Porque ya no está en tu fila.
Y llora el que un año espera,
El que se encandila con tu imagen,
El que cada jueves consume su cera.
Ese niño penitente, Señor,
Te mira en esa cruz clavado,
Condenado y maldecido,
Por tu suerte abandonado,
Entre el cielo y la tierra suspendido.
Te mira agonizado y derrotado,
De tu lado nunca se ha ido.
Te lanza un beso entregado,
Porque siempre te ha seguido.
Porque no quiere verte ahí clavado,
Colgado en esa cruz escarnecido.
No quiere ver, Señor, tu pecho herido,
Ni la herida de tu costado.
Porque no quiere verte agotado,
En el madero malherido,
En la cruz del pecado,
En ese árbol suspendido.
Ese niño penitente,
Al final de la noche,
Cansado y contento
Guarda en su corazón lo vivido
Y una devoción desde su nacimiento.
Ese niño penitente
A Ti te espera,
Como siempre, orando y rezando.
Déjame ver tu cara,
Señor, no me dejes esperando.
Niño del Cristo amado
De los Méndez, mi protector,
Sé luz en mi sendero
Y en mi alma tu amor.
Cristo de los Méndez
Llevas un beso clavado,
Lleno de dulzura y llanto,
De este niño penitente,
La noche del Jueves Santo.
DE LOS MÉNDEZ…QUE MÁS QUIERES QUE TE DIGA
Vuelvo a estar inquieto.
Algo vuelve a acelerarme los pulsos.
Retoma a mí la misma la misma sensación
Antes de comenzar este pregón,
Que toca a su fin, y va a morir en unos instantes
En mi interior, me dice que ya es el momento.
Mi Señor de los Méndez…
Qué más quieres que te diga.
Sólo te pido, Señor, estar a la altura de los que me precedieron.
Juan Antonio, María Piedad, Carmen, María Pilar, mi padre… que ya te lo han dicho todo.
¡AYYYY!… y ahora qué te digo yo…
Porque,
Mi Señor de los Méndez,
Qué más quieres que te diga.
Cuando no tenía luz,
Todo oscuro se tornaba.
Tú clavado en una cruz,
Tú nunca me dejabas.
Nunca más ya sentiría
Tu devoto almidonado,
El amor que te tenía,
Este loco enamorado.
Una vida me ahogaba
A un futuro de abandono,
Un mañana que venia
De un pesar que no razono.
Y en ese afligido momento,
Instante de una tortura,
Mi voz de hijo un lamento,
En tu divina amargura.
Mi Señor de Méndez…
Qué más quieres que te diga.
Hoy he venido para decirlo
Protector de mi origen,
Centinela en mi casa,
Mi familia que te elige
Es tu amor que nos traspasa.
Consuelo del apenado,
Amparo del pesaroso,
Remedio de un despechado,
Auxilio de un doloroso.
Tú eres paz en los dolientes
Que velan en la oscuridad,
De su vida en la simiente,
En su existencia fugaz.
Mi Señor de los Méndez…
Qué más quieres que te diga.
Hoy he venido para decirlo.
Me desespera verte inerte,
Con tu bendita resignación,
Con tu serenidad ante la muerte,
Después de tu pasión.
Señor, que aceptaste el sufrimiento
Sin queja de tu mal
Y que aguantaste el momento
Hasta tu amargo final.
Yo me ofrecí ir contigo,
Pero me faltó el valor.
No te quedó nadie, ni un amigo.
Perdóname, Señor.
Mi Señor de los Méndez…
Qué más quieres que te diga.
Hoy he venido para decirlo.
Eres clavo ardiente al que agarrar
Mi triste salvación,
Cuando mi fe se va a agotar
Para salir de su prisión.
Pobre mi alma vacía,
Pobre existencia perdida.
Un vida de sequía,
En mi historia diluida.
Media vida en desabrigo,
Mi existir de indefensión.
Una ausencia de castigo,
Mi inacabado guion.
Entre una oscuridad,
Una luz que relucía,
Que me hizo irte a orar,
Devoción que me afligía.
En tu cruz enclavado
Sobre un divino trono,
Por tres clavos de tormento
En un monte de abandono,
Gólgota de clavel rojo,
De la sangre derramada.
Margarita que deshojo,por una agonía buscada.
Mi Señor de los Méndez…
Qué más quieres que te diga.
Hoy he venido para decirlo
Tras tu final Redentor
A la hora de morir,
Hasta la tierra tembló,
Jerusalén en su gemir.
Inundado por tu sombra
En la iglesia de la Mayor,
Frio mármol por alfombra
Donde resides, mi Señor.
Cuando suena ese martillo
Con su bendito retumbar,
Entre luz de farolillos
Comienza mi vida a rachear.
¡Cómo es posible, Dios mío!
Que al instante de expirar,
En ese momento sombrío,
Alguien no te pueda a Ti llevar.
Tú, sereno ante la muerte.
Tú, de apagada mirada,
Que lograste conmoverme,
Ya mi alma se apiada.
Esclavizado a tu perfil
Por tus labios musitantes,
Con tu sangre sentí
Que eres paz, entre los causantes.
Tu clavado
En ese santo crucifijo,
En tu transito sereno,
De un pecador cobijo
Bajo un capirote nazareno.
Por ti.
Ya siempre entregado,
Perpetuamente cautivo.
A tu cruz yo me he abrazado,
Sagrario de Cristo vivo.
Mi Señor de los Méndez…
Qué más quieres que te diga.
Hoy he venido para decirlo.
Eres luz de nuestra vida,
Eres mi Señor sublime,
De una realeza ceñida
En tu corona de espinas se redime.
Siempre soy esclavo tuyo,
Por ti una libre condena,
Por ti mi corazón al tuyo,
Que me alivie de tu pena.
Mi Señor de los Méndez…
Qué más quieres que te diga.
Hoy he venido para decirlo.
De los Méndez… Padre mío,
Siendo yo tu horquillero,
La tristeza me ardería.
Lacerante atolladero.
Semana Santa angustiada
Por una pasión galopante,
Ya la vida traspasada,
Ya no hay vida en tu semblante.
Y ante tal abatimiento,
Enterrado en mi tristeza,
Un bendito ofrecimiento
Que me duele con certeza.
Ante Ti, Señor,
Me fajo de cintura,
Siempre abrazado a tu trabajadera
Es mi dolorosa jura.
Con mi traje la cumpliera,
Tú que reinas en mis días
Has querido poseerme.
En ti Padre confiaría
A tu trono retenerme.
Mi Señor de los Méndez…
Qué más quieres que te diga.
Hoy he venido para decirlo.
Siempre en mi vida, Señor,
Eres Tú mi fundamento.
Presidiario en tu soltura,
Mi existir en mi cimento.
Siempre en mi vida, Señor,
Siempre te tengo en mi mente.
En tus manos van prendidas
Mis promesas fervientes.
Siempre en mí ser, Señor,
Por lo cerrado de tus ojos,
Yo soy hombre en su locura.
Me convierto en un despojo,
Por ti pierdo la cordura.
No tengo joyas ni oro que ofrecerte,
Solo este corazón que late por Ti.
Tómalo, Señor, es todo lo que tengo
Y en tu regazo, descansará feliz
¡Qué más quieres que te diga!
¡Qué más quieres que te diga!
Hoy te digo mi Señor
Que tú le das sentido a mi vida
Porque, desde la Mayor,
Eres el que siempre me cuida.
DESPEDIDA…
Mi pregón ya cruza
El arco de la puerta.
Ya suena el llamador.
A paso lento mi sueño,
Un racheo de horquillero con amor.
Doy ya mis últimos pasos,
Ya estoy en la Mayor,
Donde mi alma descansa,
Donde reside mi devoción.
Ya han abierto las puertas,
Ya huelo ese dulce olor.
Y desde aquí ya veo el final,
Ese final de bendición
¡A tierra los 4 zancos!
¡Silencio!… ¡Ahí queo!
Que los Méndez se recoge,
Ataviado de dolor.
Aquí se acaban mis palabras,
Aquí se apaga mi voz.
Se apagan los 4 hachones,
El Señor sus ojos cerró.
Pues su rostro ya es muerte.
Muerte y no expiración
Y así son mis palabras,
Así termina mi pregón.
Mi paso ya se ha parado,
Ya se ha bajado el telón.
Ahora puedo deciros, bastetanos,
Que he cumplido mi misión.
Que amparan mis dolores
El más puro y bello dolor,
Que me ve postrado a las plantas
Del Señor de mi devoción.
Se despide este pregonero,
Porque ¡ahí queo!.. Mi pregón.