Autor: Juan Antonio Díaz Sánchez. Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino.
Este 28-F, se cumplen cuarenta años de la celebración del referéndum por el cual nuestra región aprobó su acceso a la autonomía por la vía del Art. 151 de la Constitución Española (C.E.) de 1978, aunque en la provincia de Almería no saliera aprobado por más del 50% de los votos de los electores. La abrumadora mayoría conseguida por dicha vía constitucional para alcanzar la autonomía en el conjunto del territorio andaluz, que supuso el 87% de los votantes a favor, es decir, casi 2.500.000 de síes, provocó que el Gobierno Central del momento, presidido por Adolfo Suárez (UCD), modificara la Ley Orgánica de Referéndum para que, en el caso de que el número de votos totales afirmativos lograse alcanzar la mayoría absoluta del censo electoral global –como fue el caso y de sobrada manera‒ el resultado mayoritario fuera válido. Posteriormente, el pueblo andaluz refrendó afirmativamente, el 20 de octubre de 1981, el primer Estatuto de Autonomía.
Al final de este complejo proceso autonómico, del que hemos esbozado sucintamente algunas pinceladas, y siempre al albur del sentimiento que la mayor parte de los andaluces expresaron en las calles de las principales ciudades y pueblos de Andalucía aquel memorable 4 de diciembre de 1977, ajándose el carácter festivo de dicha jornada por el cruel y vil asesinato del joven malagueño Manuel J. García Caparrós por el disparo de un policía en las calles de Málaga la bella, precisamente un día en el que la televisión dejaba de verse en blanco y negro para comenzar a verse en color, concretamente, en las pantallas de las televisiones, que había en los bares y en los salones de casa, predominaba el verde y blanco de la bandera andaluza.
En aquellos momentos históricos y circunstancias determinadas, es decir, en aquella época, Andalucía no pretendía ser más que nadie, pero tampoco menos. Pues bien, a día de hoy, todavía se siguen dando acentuados desequilibrios territoriales dentro de la España Constitucional y Autonómica, y dentro de la propia comunidad autónoma andaluza también. Esa Andalucía vaciada, que ha venido a dar nombre y visibilizar a aquellas comarcas de Andalucía ‒que son y quieren ser tan andaluzas como cualquier otra‒, está sufriendo las devastadoras consecuencias de la despoblación, de los recortes en servicios públicos, de sus malas infraestructuras o de la carencia de las mismas… No obstante, la Andalucía vaciada, que viene a coincidir con la Andalucía rural, paga los mismos impuestos y contribuye a las arcas autonómicas y nacionales de igual manera que la Andalucía urbana. Pero a la Andalucía rural, entre unos y otros, la están vaciando y no queremos que sigan ni vaciándola, ni obviándola, ni olvidándola. Buena prueba de ello, se puso de manifiesto con la gran tractorada y manifestación, que tuvo lugar en la ciudad de Granada, el pasado 19 de febrero, para centralizar todas las protestas que los agricultores y ganaderos andaluces han estado llevando a cabo meses antes en las distintas provincias del interior andaluz. Y es que, como muy bien reza uno de sus principales lemas: “Si el campo no vive, la ciudad muere.” Y, como ustedes pueden comprobar, es una verdad como un templo de grande.
Una Andalucía vacía y vaciada que, en gran parte, también ha sido provocada por la incapacidad que han tenido los distintos gobiernos ‒desde los municipales al central, pasando por los provinciales, comarcales y autonómicos‒ de trazar políticas efectivas para que se fije población al territorio. Sabemos que ahora, desde la UE, se siguen manteniendo los fondos FEDER, la PAC…, se está trabajando, y bien, en este sentido de tratar de suplir las carencias; pero “a todas luces” es evidente y obvio que no está dando todo el resultado esperado.
Sólo voy a poner un ejemplo para que se comprenda lo que quiero decir: Caniles, mi pueblo, situado en la comarca de Baza al noreste de la provincia de Granada, en 1979 tenía 8.584 habitantes y en 2019 ya tan solo tiene 4.060 almas. Como podemos comprobar, en cuarenta años su población se ha reducido a la mitad y ha envejecido considerablemente, lo que provoca que cada vez el número de nacidos anuales sea menor y conlleva la reducción de aulas e incluso de líneas educativas en el CEIP o en el IES. Pongo este ejemplo, como podía haber puesto cualquier otro de los muchos municipios pequeños que componen las comarcas de Andalucía.
En una situación que también ha sido provocada por la desindustrialización de la zona con el cambio de modelo económico a fines del pasado siglo XX: las pocas fábricas que había cerraron su puertas en las décadas de los años 70 y 80, provocando el aumento del paro y la emigración, y hay que decir que el aislamiento ferroviario al que nos condenó el gobierno central, cuando cerró y desmanteló la línea de ferrocarril Guadix-Baza-Lorca en diciembre de 1984, coadyuvó de modo decidido al desastre actual. Prometieron paliar dicho daño, con la construcción de una red de autovías que constituyera una red de transporte “eficiente” y no “deficitaria” como el ferrocarril. Sin embargo, más de treinta años después, sólo tenemos la denominada autovía A-92 Norte, que nos conecta con el norte de la provincia de Almería y Murcia, careciendo para la comunicación de las necesarias vías transversales.
Nos falta la autovía del mármol, que discurriría por la cuenca del Almanzora y paralela al trazado que tenía la antigua vía ferroviaria; también una autovía que una a Baza con Caravaca de la Cruz, conectando así por vía rápida Cúllar, Orce, Galera, Huéscar y la Puebla de Don Fadrique (incluida Almaciles); y la inmediata construcción de una carretera digna que una Baza con Benamaurel, Cortes de Baza, Cuevas del Campo, Castril y Castilléjar. Al igual de andaluzas son las comarcas de Segura y las Villas, en la provincia de Jaén; o las de los Vélez, el Valle del Almanzora, en la provincia de Almería, que necesitan a su vez y urgentemente una mejora sustancial de su “primorriverista” y decimonónica red de carreteras comarcales. Y, por supuesto, la inmediata re-construcción de la antigua línea ferroviaria Guadix-Baza-Almanzora-Lorca, aprovechando el trazado del corredor ferroviario mediterráneo (PITVI, 2012), para volver a conectar ferroviariamente, por la vía natural, Andalucía con Murcia y el Levante Español; es decir, devolvernos lo que nunca debieron robarnos, nuestro tren.
Los pueblos de Andalucía, nuestros pueblos, quizás constituyan uno de los sitios más paradisíacos para vivir y con más calidad de vida de toda España. No hay nada como haber nacido y crecido en un pueblo por muchísimas razones que ahora serían muy extensas y largas de explicar, para comprender su estimable modelo de existencia y convivencia. Todos los gobiernos, repito, todos: desde el municipal al central, deben de aunar esfuerzos para que nuestra Andalucía en particular y también España no se sigan vaciando.